Un mundo mejor

Mucho ruido, mucho daño

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¿Cuándo fue la última vez que estuviste tan sólo unos segundos en algún lugar o espacio de tiempo donde no se escuchaba nada, ni siquiera el ruido del refrigerador?  Es muy raro al menos para mí, tener un espacio de total silencio a no sea que tenga bloqueado el sonido con tapones pero de esa manera lo que escucho es el sonido hipnótico de mi respiración, también debo decir que es bastante relajante.

La  realidad es que en todos lados y a todas horas hay ruido, ciertamente hay grados de sonidos y escándalos, pero si ponemos tantita atención desde antes de las 7am ya se escuchan gritos bastante altos del señor del gas, el de la basura, perros ladrando en consecuencia, el claxon de los coches, la corneta del que vende bolillos y un sinfín de variedades más de sonidos estridentes. Un estudio en Estados Unidos revela que hay más quejas de la ciudadanía por ruido urbano que por delincuencia.

No podemos aislarnos del ruido aún cuando vivamos en un bosque o alguna zona alejada de la civilización, tanto es molesto despertar con el canto de un gallo como con el sonido de un claxon, lo digo por experiencia.  Es decir, aprendemos a vivir con él, nos acostumbramos hasta que dejamos de identificarlo, sin embargo aunque lo escuchemos como parte del escenario el ruido silenciosamente va minando  nuestra salud.  Expone a nuestro cuerpo a estar en un estado de alerta permanente sin que nos demos cuenta, este estado de alerta hace que liberemos adrenalina y en consecuencia genera que tengamos la presión alta.  Del mismo modo  se da un desbalance en las hormonas del estrés lo que debilita el sistema inmunológico y lo que nos hace más vulnerables prácticamente a cualquier enfermedad.  Hace más daño tanto al cuerpo como al cerebro los sonidos repentinos como un azote de puerta, gritos o carcajadas en la oficina, motores de motocicletas, camiones,  etcétera, que los sonidos constantes como lo sería y ruido del refrigerador o la bomba de agua. Sin embargo constantes o interrumpidos sí generan daño.

Aunque nos molesta, paradójicamente buscamos instintivamente estar cerca del ruido para tapar aquél ruido molesto. ¿Por qué no buscar el silencio?

Una buena manera es regalarse unos diez minutos al día, cerrar la habitación o la oficina y usar audífonos aisladores de sonido pero desde luego sin poner música. Esto ayudará a que el cerebro se adapte y asimile  las emociones y estímulos recibidos durante el día. También se puede practicar la meditación, nada extravagante sólo por unos minutos, cerrar los ojos y concentrarse en la respiración,  solamente  dejarse llevar por la inhalación y la exhalación. Con esta práctica eventualmente la podremos llevar a cabo aún, cuando estemos en medio del ruido lo que nos ayudará a relajarnos.

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