Cambios

Muerte

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Escrito por Evangelina Jiménez

La muerte es lo más natural, nunca he conocido un inmortal, así que todos vamos para allá. Siempre expresamos que la vida es corta, ya es parte de nuestros dichos, como si estuviera dentro de nuestro cerebro al lado de la frase “qué rápido pasa el tiempo” o “te lo dije” o “lo sabía”, “la vida es corta, muy corta” y sí lo es, aunque pocas veces pensamos en que la longitud de la vida importa poco comparada con la calidad de la misma, la forma en la que la vivímos cuenta más que el tiempo.


Desgraciadamente me he enterado de muchas muertes últimamente y he acudido a uno que otro velorio, y digo desgraciadamente para los que se quedan a sufrir esa pérdida, porque el que ya se fue, pues ya no siente, ya no ve, ya no sabe que pasa. El pesar es para el vivo que entierra o incinera al muerto, la tristeza es para ese vivo, porque es el que sufre, el que llora, el que espera con ansias la resignación. Hasta en estos momentos puede notarse el egoísmo, lloramos y nos dolemos por nosotros. El problema es cuando ese vivo piensa “Si hubiera”.

¿Por qué nos esperamos a vivir directa o indirectamente un acontecimiento de tal carga de tristeza para percatarnos de todo lo que no hemos hecho, lo que no hemos dicho? “Prefiero mil veces arrepentirme de lo que he hecho que de lo que no hice” es una frase que tenemos varias amigas y yo. Es cierta, sin embargo, a pesar la ferviente creencia y coherente aplicación de la frase filosófica del clan, ni nosotras hacemos todo lo que queremos, es difícil, sino lo fuera todo mundo haría lo que le diera la gana y tal vez las relaciones personales serían más difíciles, sería terrible.


Entre los deberes diarios, las obligaciones que nunca mueren, las responsabilidades que sí son inmortales y las necesidades, olvidamos cosas, pequeñas, diminutas algunas, como un buenos días, un te quiero, un abrazo por las noches, una llamada, nos aferramos al miedo o al orgullo, nos importa mucho la opinión de la gente en ciertos momentos, “mañana”, “al rato” decimos. Nos convencemos con un ¿porqué yo? que me llame él o ella, si quiere, sino pues ni modo. Somos afortunados porque hasta hoy, el mañana sí llega y si no lo hemos aprovechado, ha llegado la hora de hacerlo.


La paz, la resignación llegan con el paso del tiempo y son más rápidas generalmente en aquellas personas que amaron, convivieron y le dieron todo su ser a ése que se fue. Ya muerto, que más da una flor o mil, que más da un beso en su piel fría e insensible, que más da tu presencia en una sala de velación con un cuerpo inerte, sin alma. Una promesa a un muerto es como una promesa a una pared, pedirle perdón a un muerto o dar el perdón a un muerto se asimila a pedirle o darle algo a nadie.


Nunca he visto un féretro con un carrito de mudanza atrás en el que el muertito lleve sus pertenencias, no nos llevamos más que recuerdos, momentos, vivencias, experiencias, lecciones, así que la vida es la única que nos permite generar todo eso que nos llevaremos al morir. Démoslo, a nosotros, a nuestros padres, hermanos, amigos, compañeros de trabajo, a todo aquel al que nos nazca darlo, eso es lo único que nos vamos a llevar en la bolsa imaginaria con destino incierto.


Y creo que haciéndolo, recordaremos a esa persona que se nos adelantó con un toque de melancolía pero más con amor porque le dimos lo que teníamos, no lo que nos sobraba. Resonaremos sus dichos, sus hechos, perpetuaremos sus anécdotas, asociaremos todo lo que esa persona era con algo hermoso y no al revés. Después de todo ella se llevará un cachito de nosotros y nosotros un pedazo de esa persona, intentemos con todas nuestras fuerzas y nuestro empeño de que ambas piezas sean las mejores.

Escrito por Evangelina Jiménez

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