Como todas ustedes saben, este 8 de marzo fue Día Internacional de la Mujer. Me recuerda a alguien muy querido por mí, que hace muchos ayeres me habló para felicitarme: “Te hablo por dos cosas: una felicidades”, -¿Por qué? Le pregunté yo- “porque hoy es Día de la Mujer” -¡Ah Gracias!, contesté sonriente. “La otra es porque te tengo que eliminar un rato de mi MSN por ‘cuestiones de la empresa’.”
No me eliminó, creo nomás andaba enojado, y creo que si le pregunto no se acordará ni de qué.
Bueno, no voy a escribirles el discurso típico del Día de la Mujer—ya saben ese de que la mujer ha recorrido un largo trecho para estar en el lugar que está, que todavía nos falta, y que bla bla bla.
Hoy, hablando de mujeres y canciones, hablaré de las otras mujeres. ¿Cuáles otras? Aquellas que en el mundo de la literatura, teatro, televisión, cine y música se les conoce con nombres tan extravagantes y extraños que ahora solo te hacen preguntar: ¿Y eso qué significa? Porque lo peor es que no tiene significado. Aquellas que, en tiempos de nuestras abuelas, les solían decir casquivanas, bataclanas, falaces impostoras de caricias, fatídicas y perversas, las típicas villanas de las películas de Disney, todas las Teresas, las Rubíes, la Gilda de Hayworth, la Doña Diabla de la Félix.
Y creo que todas ellas empezaron con la mítica Lilith, aquella mujer que se menciona una sola vez en la Biblia, y que cuentan que nació, no de la costilla de Adán, sino del mismo barro que él, y que era igual que él: guapa fémina sabedora y celosa de su independencia, de contundente seguridad en sí misma, capaz de plantarle cara al mismísimo Creador si era preciso. Y bueno, así le hizo, porque según se cuenta, Adán quería una pareja y le crean una igual que él, y pues un día andaba como medio querendón y quería “el tú aquí y que yo acá, y que sí, mira… Y que se nos encabrita la Lilith, le reclama: “A mí no me gusta así, por qué no probamos otra cosa”. Adán le dijo que no y ella en su rabia pronuncia el nombre impronunciable de Dios, y que sale volando por los aires hacia el Mar Rojo. Pues resulta que pasa el tiempo y Adán pues ya se sentía solo, y le pide a Dios que mande tres ángeles y ¿qué creen que pasó? Pues ahí tenemos a Eva, porque Lilith no y no y no; y no hubo poder humano que la convenciera. También dicen que ella fue la primera vampiresa de la historia, y pues es tomada por muchas feministas recalcitrantes.
De ahí hubo muchísimas otras féminas guapas, enigmáticas y siniestras, muy atrayentes, y muy seguras en sí mismas, que a veces por ser tan seguras las han hecho portadoras de sobrenombres como: lagartona hasta el facilota y peutea.
¿Qué que es esto? Bueno, va otra anécdota, estaba yo en la primaria, quinto grado para ser precisa, y dos compañeras estaban peleando. El profesor de inglés, un caballero por cierto, para tratar de aminorar la situación les preguntó el por qué y una comentó: “Es que fulanita me dijo peutea” . Y dicho esto todos sacamos el diccionario para buscar semejante palabra: “peutea”. Y sí, todos buscamos peutea, que obvio jamás la encontramos. En su defensa –en la de las lagartonas y peuteas, no en mis amigas— creo que eran frescas, espontáneas, independientes, libres y auténticas, y que realmente fueron muy impulsadas por la pasión, por el peligro, desacato, rebeldía y deseo. Y pues, no lo niego, mencionaré a algunas “villanas” que en cierto modo les aplaudo (y que solo una fue real):
Lilita: Por tener los pantalones de decirle a Adán que a ella no le gustaba así. En lo demás, ahí si paso de ponerme al tú por tú con Gran D.
Sirenas y amazonas: Las primeras porque tenían unas voces increíbles, las segundas por practicar deportes extremos.
Ana Bolena: Aunque mucha gente dice que era mala como la carne de puerco en vigilia, y que cometió incesto, resulta que todo esto no son más que rumores. Ella apoyó el que la iglesia anglicana se separara de la católica. Otras versiones nos dicen que todo fue planeado por Thomas Cromwell, por órdenes del Enrique VIII, a quien le urgía desposarse con Jane Seymour porque Ana no tuvo hijos varones. Pero qué creen, tuvo a Elizabeth I, la reina que le dio a Inglaterra una de sus épocas más gloriosas.
Doña Diabla: María Félix, con todo y ceja arqueada, interpreta a Ángela, quién descubre que su marido, Esteban, es un hombre sin escrúpulos que sólo pretendía usarla. A raíz del desengaño, Ángela decide volverse dura y a vengarse de los hombres. De esta manera adquiere el mote de 'Doña Diabla'. Su hija, Angélica, ignora la vida que lleva su madre. La joven se enamora de un rufián llamado Adrián, quien le revela que su madre es 'Doña Diabla'. Angélica se fuga con él. Para salvar a su hija de la influencia de Adrián, Ángela le mata y se entrega a la justicia.
Lauren Bacall: Actriz que interpretó a Slim en Tener y no tener, por la escena que protagonizó con el que fue su marido, Humphrey Bogart, donde ella le enseña de manera no inocente cómo silbar.
Rita Hayworth, en Gilda: En la cinta, Glenn Ford, como Johny Farell, llega a Argentina y Ballin Mundson, el propietario de un casino y no tan buen samaritano, lo salva de un pistolero, y lo convierte en su mano derecha en el negocio que regenta. Sin embargo, la relación entre ambos hombres, que no es tan honesta, se resiente definitivamente cuando Mundson regresa de un viaje, acompañado de Gilda. Ella es extremadamente sensual y atractiva, la conoció en el viaje y se ha casado con ella. Pero resulta que Farrell había tenido años atrás una relación con ella, y acabó odiándola. Ella no es mala, tan sólo es Gilda, y no es de nadie.
Las villanas de Disney: Aquí hay un muchas, pero mis favoritas son:
Maléfica: Por el porte que tiene, aunque también le hizo a Reina del Drama porque no la invitaron al bautizo, y sus secuaces dejan mucho que desear. Eso fue su perdición.
Úrsula de la Sirenita: Porque fue más inteligente y supo aprovechar “El amor de la sirenita” y canta muy bien.
Megara de Hércules: Porque según era mala y pues no lo era tanto. Su frase: "Soy una chica fuerte, me ato las sandalias yo solita” es súper.
Helga Sinclair de Atlantis: Porque sabe disparar armas, porque se mueve con gracia, porque no se deja de ninguno, pero la ambición pudo más que ella y al final por redimirse. Sus frase de: “Jo, jo, jo” y “Cartógrafo, lingüista, plomero… no puedo creer que sea soltero” me encantan.
Es obvio que faltan muchas, muchísimas, pero todas ellas tronaban los dedos y veinte hombres les daban el cielo, la luna y las estrellas. Porque al verlas en la pantalla y en literatura soñamos, aunque sea por un momento, arquear la ceja, fumar el cigarro con ese estilo, caminar con ese no se qué, decir la frase matadora, tomar el whisky de la forma en que lo hacen. En la vida real no las queremos ver ni de cerca ni de lejos, y que aunque actuemos así, en cuanto el sujeto— llámese amigo, compadre, pareja, novio, marido—nos conteste a lo Rett Buttler: “Sinceramente, querida, no me importa” o a lo Arturo de Córdova: “No tiene la menor importancia”, se nos acaba lo villana, lo mala mujer, doblamos las manitas y dejamos a las villanas reinar en el cuento.
Escrito por: Laura Berdejo