Diversas

Muñeca de plástico

muneca-de-plasticoHacía tiempo que mi amiga Romina se sentía melancólica, pero sobre todo reflexiva. Intentó disimularlo en varias ocasiones, pero la introspección ganaba terreno cada que Romina aguardaba paciente un día más. Romina: “Una muñeca de sonrisa estática”.

Un viernes, decidió salir a caminar y se encontró con un mimo en un alto. Romina odia los mimos. El mimo se acercó a ella haciendo ademanes –como lo hacen los mimos- intentando simular que mi amiga estaba muy lejos y que al mimo le costaba trabajo llegar a ella. Cuando al fin lo logró, sacó de su sombrero imaginario una supuesta rosa y se la regaló a mi amiga con una sonrisa de pilón.

Romina desató una carcajada que asustó a los automovilistas y que alertó a los policías de la zona. Pocos minutos después, el mimo emitió sonido y comenzó a platicar con mi amiga. Romina estaba agradecida y aceptó ir a tomar un café con él al día siguiente. Estuvieron saliendo varias semanas hasta que Don mimo intentó besarla y tomarla de la mano. ¡Grave error mimesco! porque mi amiga interpretó esas acciones como una agresión.

El mimo era bastante agradable, tranquilo, alegre, fuera de la pintura blanca y sus ademanes imaginarios, tenía grandes ojos y larga altura, moreno, de cabello café chocolate, dientes un poco chuecos y ternura en los poros. Resulta que semaforeaba en las calles para ganarse unos pesos y pagar la renta, estaba estudiando ingeniería en la UNAM y venía de Monterrey.

Romina siempre ha admirado a las personas que renuncian a las comodidades que el destino les impone y viajan lejos de sus lugares de nacimiento para encontrar mejores oportunidades. Esta vez no era la excepción, sin embargo, Romina no estaba lista para tal atención, para los acercamientos románticos y besos de película.

Mi amiga está sumamente preocupada, dice que no es posible no sentir nada. Le comento con paciencia que es normal, ella se ha construido una muralla de un tamaño tan enorme que es difícil que los sentimientos de otro puedan tocarla. Pero Romina no deja de pensar que ha perdido su calidad de humana y que tal vez hasta murió por dentro y no se ha dado cuenta.

La entiendo, bastante bien, además. ¿Les ha pasado? ¿No sentir? ¿Nada? Hurgué un poco en mis vivencias y encontré la empatía. No es frío, ni calor, no es tristeza o felicidad, es –n-a-d-a. No hay nada, ni bueno, ni malo, ni regular, simplemente la xilocaína de las experiencias ha comenzado viajar por el interior cual lancha en un lago.

Romina, la muñeca de plástico que no siente, simplemente está parada mirando lo que sucede como si lo mirara por la pantalla del cine, o peor, porque mínimo algunas películas mueven ciertas emociones, y la presencia del mimo frente a Romina queriéndole robar un beso y tocando su mano no estaba cargada de ninguna clase de emoción.

¡Ay Romina! No te preocupes amiga, el cuerpo también se resetea, las heridas necesitan tiempo para sanar, el corazón y el hipotálamo necesitan tiempo para acomodarse y volver a sentir. Tranquila, también se vale no sentir ¡se vale! No hay que quedarse estancado en ningún sentimiento, ni en la pasión desmedida, ni en la nada.

Dense tiempo, sentir es parte de ser humano y no sentir es parte de vivir como tal. No se presionen, ya sentirán y mientras tanto sientan no sentir, porque también se siente y se siente bien. Disfruten esa clara indiferencia ante lo externo y esa maravillosa plenitud de egoísmo hacia lo interno… ¡Delicioso!

Escrito por: Evangelina Jiménez Olvera.

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