Autora: Evangelina Jiménez
Nada tengo hoy que pueda significar algo trascendente al interior, la ráfaga de duda, incertidumbre y desamor se llevó todo aquel día. Las ventanas del corazón no estaban protegidas, así que se hicieron trisas, mientras observaba los añicos bajé la guardia del alma y la entregué rendida.
El vacío aguardó paciente y se hizo presente cuando menos lo esperaba, cuando menos lo quería, la lluvia de desinterés arreció, me empapó porque tuve que salir a desamarrar el barco de esperanzas que se fue sin que pudiera detenerlo.
Ésta tempestad de sentimientos mató cualquier futuro de confianza, lo dejó tirado en la calle mientras el granizo congeló el hoy limitado estrecho que existe entre la verdad y lo aparente. Nada hay dentro y nada hay fuera, sólo estoy yo, con mis defectos, con mis virtudes, unas más que otras.
Y aunque me di, me tengo todavía, porque es basta la sábana de ser con la que nací, alcanza para amarrarme el corazón y no forzarlo, es suficiente lo que tengo para dejarlo ir, dejar ir lo que me daña, lo que me hace infeliz y como consecuencia, lo que no es para mi.
Viví por unos instantes espejismos de felicidad, nada sincero, nada verdadero, y peor aún nada duradero, ésta vez no hubo señales rojas que se prendieran al entregarme, sólo había luces verdes que me permitían el acceso y las obedecí. Hoy sé que lo vivido estuvo sobrevaluado nada más que por mí.
No hay culpas, sólo acciones, consecuencias y verdades acuosas que se mezclan con la vida y con el ser humano y es entonces cuando la polución de las almas sale a flote, se contamina lo real, se pierde en la neblina de la mano humana, de sus pasiones y sus miedos.
Quiero comprarme una tranquilidad que no se desgaste con el paso de las experiencias, que me dure lo que durará mi vida, que me consuele cuando tengo penas y sienta suyos mis logros, que comparta la noche y el día, que me lleve a la cima de la mano y que me abrace al bajar la montaña y así las dos seamos seguras de nosotros mismas para confiar la una en la otra .
No existe más que en mí misma, y estoy juntando las fuerzas necesarias para adquirirla, he ahorrado pocas, pero perseveraré porque esa tranquilidad eterna será mía.