Escrito por: Revista SuperMujer
No todo mundo es chismoso ni a todas nos gusta el chisme. Pero es cierto que hay algo de morbo y curiosidad cuando alguna persona se nos acerca para contarnos alguna historia negra. Un chisme. Usualmente, cuando se trata de una amistad solemos dudar de la veracidad de lo contado. “Pero sí ya la conozco bien y sé que sería incapaz de algo así”. Salir a la defensa de un ser querido es, digamos, lo usual. Es parte de una buena amistad. Pero ¿qué pasa cuando nos cuentan supuestas acciones indebidas hechas por gente con la que no nos relacionamos? Aquí opera lo contrario, lo común es tomar como válido cualquier especulación.
Hace unos días fue despedida de la radio la periodista Carmne Aristegui. Se negó a disculparse por la forma como había transmitido una nota. Resulta que un diputado de la oposición había hecho una manta acusando al Presidente Felipe Calderón de borracho. Aristegui retomó la nota y la enderezó contra la presidencia. Pidió que aclarara si el mandatario era o no un borracho.
Independientemente de si es o no ética la conducta periodística, si es o no censura, si es o no una persona con problema de alcoholismo, vale la pena detenerse en la dispersión del rumor en sí. Y vale la pena pues en las redes sociales como twitter, lo que hemos visto es una andanada que subraya la supuesta adicción. Y digo supuesta, no por defender nada, sino simplemente para subrayar que la mayoría de nosotros no tenemos elementos fidedignos para creer que lo sea. Sin embargo, hay una tendencia en comprar a cabalidad el rumor. ¿Por qué?
Una característica humana reconocida por los investigadores es que nos identificamos con aquello que se parece a uno mismo. Cuando nos identificamos tendemos a cuidar la imagen de aquello que se parece y nos parece. Si estimo que el Presidente es un buen servidor público, si creo en su filosofía o si tengo el mismo origen que él, estaré más dispuesto a no creer en aquellos “trascendidos” que afecten la imagen que tengo de él. “La periodista, sin pruebas, acusa simulando una pregunta”. En cambio, si estamos en el opuesto político al presidente, compraremos como verdad cualquier rumor, “Es un borrachazo... lo sé de muy buena fuente.”
Un estudio realizado durante las elecciones del 2008 en E.U.A. por el psicologo Spec Kosloff, preguntaba a estudiantes blancos sobre si Obama era musulmán. Un 38 por ciento dijo que sí. La misma pregunta se repitió pero ahora preguntando primero al encuestado qué raza tenía (todos eran blancos), para inmediatamente después preguntar sobre el origen de Obama y la respuesta se disparó a 58 por ciento quienes afirmaban que era musulman. Es decir, si recalcamos las diferencias, solemos hacer propias las mentiras.
Son pues las diferencias las que nos hacen comprar los rumores y las insidias, Y viceversa; si nos identificamos con alguien será difícil que creamos en los rumores, incluso las más evidentes verdades.
{JFBCComments xid=2793 width=500 numposts=10 hideLikeButton=1}