Nuestra sociedad cada vez parece ser más egoísta. Se piensa primero en el yo. “Sálvese quien pueda”. En el transporte público un hombre ve entrar a una mujer con un bebé en brazos, él decide hacerse el dormido: “A mí qué me importa esa mujer, yo gané este lugar”. La falta de empatía nos aleja de los otros, nos hace distantes y egoístas.
La empatía es la capacidad de ponerse en el lugar del otro, de escuchar, de entender. Es una cualidad que nos permite vivir en comunidad y trabajar por un beneficio en común. Somos seres sociales y ser empáticos nos ayuda a relacionarnos mejor con el mundo que nos rodea.
La empatía implica también asertividad. Es parte de la inteligencia emocional y tiene que ver con aprender a sintonizar lo que sentimos con las emociones de los otros para actuar en consecuencia. Encontrar ese punto de encuentro entre lo que nosotros queremos y lo que quieren los demás.
Sin embargo, parece que la empatía hoy en día está sólo orientada –si acaso– a quienes nos interesan, a quienes nos son cercanos. Nos centramos más en los placeres y el disfrute personal, cerramos los ojos al sufrimiento de los otros, que sentimos lejano, que “no nos incumbe”. Hay una especie de paranoia que nos hace buscar distancia. Nos encerramos en nosotros mismos y no nos damos la oportunidad de crecer con los otros.
La empatía no es sólo ponerse en el lugar del otro, también es reafirmarse a través de los espejos que son las personas que nos rodean. Es ampliar nuestra visión del mundo porque entramos en sintonía con los otros, lo que nos deja ver más allá.
Necesitamos fomentar la empatía, recobrar ese sentido de unidad. Es a través de la empatía que podemos ser solidarios, tolerantes y respetuosos. Es aprender a escuchar y comprender. La empatía se puede entrenar y es quizá lo que necesitamos como sociedad.
Escrito por: Elena Pedrozo