Cuántas veces no has dicho (o escuchado a otros decir) que no hay como la comida de mamá, o la de la abuela, o la de cierto pariente. Ciertamente los vínculos afectivos con la comida que preparan son importantes, pero según un artículo de Laura Leslie en AMS, también existe una razón genética.
Cuando comemos y masticamos, unas sustancias llamadas enzimas (que están en nuestra saliva) son las encargadas de “romper” los alimentos como pasta o pan para convertirlos en azúcares. Esto estimula nuestro gusto por lo dulce.
Existen muchos tipos de enzima, los cuales varían de persona a persona, y son los genes los que determinan que variedad tiene cada uno de nosotros.
Por ejemplo, si heredaste enzimas que rompen la pasta más rápido que las papas, entonces tendrás un gusto predilecto por alimentos que contengan pasta.
El gusto especial por la comida de mamá se debe, entonces, a que seguramente heredaste los mismos tipos de enzimas que ella tiene, entonces lo que les sabe bien a ellos, a ti seguramente también.
Fuente: A Moment of Science