Suena una canción, nuestros pasos recorren un camino que hace tiempo no visitábamos o tal vez captamos por casualidad un aroma que nos remite al pasado. De pronto recordamos y nos ponemos nostálgicos, pero ¿qué tan bueno o malo es eso?
Cuando hablamos de nostalgia quizá pensemos en tristeza; pero no es el llanto desbordado, sino un sabor dulce de remembranza. Dicen que recordar es volver a vivir; pero también que no podemos vivir en el pasado. Hay quienes disfrutan las memorias y hay también quienes se ahogan en el paso del tiempo, pensando en lo que fue y ya no es –o lo que pudo haber sido–.
La nostalgia puede ser buena y mala, todo depende de la forma en que nos aproximemos a ese recuerdo; lo que esperemos de él. Svetlana Boym, autora rusa que explora el tema de la nostalgia en su colección de ensayos The Future of Nostalgia, menciona que existen dos tipos: restaurativa y reflexiva.
La primera se refiere a la búsqueda por regresar al pasado; cómo llamarle a tu ex cuando suena “su canción”, con la esperanza –tal vez subconsciente– de revivir el momento. De alguna forma, no queremos dejar el pasado solo en el pasado.
Por otro lado, la nostalgia reflexiva nos lleva a recordar las buenas experiencias con la consciencia de que el pasado es inamovible y si bien, no podemos retornar a esos momentos, podemos disfrutar las emociones mediante la evocación de la memoria.
El pasado siempre parece más agradable visto desde lejos; saber que no podemos retornar esos pasos tiñe nuestros recuerdos de un aura de ensueño. De vez en cuando vale la pena recordar el camino andado. La nostalgia puede ser agradable; sin embargo, no debemos perder de vista el presente; debemos vivirlo mientras podamos y no esperar a que se convierta en pasado para añorarlo.
Escrito por: Elena Pedrozo