La prudencia es una de esas virtudes que a veces parecen pasar desapercibidas, es de esas cosas que es más fácil notar por la carencia de ellas que por su presencia. Implica mesura y conciencia, involucra respetar las emociones, las acciones y la vida de los otros, y ser conscientes de que pueden verse afectados con nuestras conductas. Pero sobre todo, la prudencia trata de ser reflexivo y pensar antes de actuar.
En un mundo donde el ritmo de vida se ha acelerado y cada segundo cuenta, esos momentos de reflexión y calma requeridos para la prudencia, suelen ser dejados de lado dando paso al impulso y la precipitación. Mucha gente, si no es que la mayoría ha caído en el impuso de seguir la emoción del momento y actuar sin detenerse a pensar, para después – a menudo – sentirse culpable de sus palabras o acciones.
La espontaneidad resulta valorada en nuestra sociedad y en ocasiones se puede creer que la prudencia es un obstáculo para ser libres (como si ser espontáneo fuera ser libre), un freno para actuar con libertad. Sin embargo, nada más alejado de la realidad, la prudencia no implica detenerse, sino tomarse el tiempo para pensar en la forma adecuada de avanzar. No se trata de no hacer las cosas, sino de avanzar con cautela y conscientes del resultado que puede causar nuestra acción o inacción. La espontaneidad entendida como naturalidad y soltura es deseable, pero aquella que nos lleva a actuar por impulso e irracionalmente corre el riesgo de afectar a nosotros y las personas que nos rodean.
Ser prudentes nos ayuda a tener mejores relaciones con las personas que nos rodean, nos enseña a ser generosos y perseverantes, así como aprender a tomar las mejores decisiones posibles. Una persona prudente analiza y evalúa las opciones para buscar la mejor decisión. La prudencia no es infalible, pero no se trata de no cometer errores, sino de aprender de ellos. Gracias a la prudencia y al aprendizaje podemos estar en el equilibro adecuado de actuar sin caer en excesos o en la total inactividad y podemos tener una visión más madura y realista del mundo.
¿Cómo ser prudente?
- Reflexiona antes de actuar.
- No hables cuando estés enojado, si quieres aclarar un malentendido espera a que los ánimos se hayan calmado.
- Evalúa las ventajas y desventajas de cada postura antes de tomar una decisión.
- Pide consejo a quien pueda brindártelo, aprende a reconocer tus limitaciones y recurre a quien te pueda ayudar.
- No quieras tener la razón siempre, aprende a escuchar realmente.
- No tengas miedo de actuar, si te equivocas puedes aprender de tus errores.
- La prudencia está ligada a otras virtudes como la tolerancia, la cautela, la serenidad, la sensatez, la sabiduría y el equilibrio. Poner en práctica estas virtudes te ayudará a un mejor desarrollo personal y social.
Escrito por: Elena Pedrozo
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