El ocio es el famoso tiempo libre tan esperado, ansiado y soñado a lo largo del año. Se espera realizar lo que no se lleva a cabo durante tantos meses. En él se deposita una serie de obligaciones, como: irnos de vacaciones a donde siempre anhelamos, leer, ver más televisión, ir al cine, salir más con amigos, visitar a la familia, ir a comer a restaurantes más seguido, estar más tiempo al aire libre, etc., etc. y etc.
Pero pasa que cuando llegamos al tan planificado tiempo libre que tenemos en nuestras merecidísimas vacaciones no sabemos por dónde empezar. Leí en un artículo de Clarín.com sobre aquellas mujeres que al no saber qué hacer en este período la pasan mal.
Estamos tan atados a la rutina del trabajo, que se nos hace extraño no tener que irnos de casa; y estar en ella todo el día nos sumerge en un sinfín de tareas que odiamos (aunque la hagamos durante todo el año), que preferimos volver al trabajo habitual.
Están las que se habitúan de inmediato y aquellas, adictas al trabajo, que no saben realmente qué hacer. Son esas mujeres que viven ocupadas y no tienen un minuto libre jamás, y que al tenerlo tienen que lidiar con el marido y los hijos a tiempo completo, o en el caso de las más jóvenes con sus padres o hermanos.
Por eso mujeres impacientes, hagan ¡Om! y empiecen una nueva rutina, en la que el tiempo no importe, las horas fluyan y con ellas nuestros pensamientos agotadores.
Empecemos con algo chico, salgamos por nuestro barrio, o la playa o montaña en la que estamos de vacaciones, a dar una vuelta. Observar con ojos de primerizo el alrededor, y caminar hasta llegar a un lugar desconocido. Sumergirse en la sencillez y dejar ir la abrumante desesperación por querer volver a la rutina.