La enfermedad, desde episodios críticos leves hasta enfermedades terminales, hoy se concibe en términos emocionales y orgánicos como dos manifestaciones que van tomadas de la mano.
Los hallazgos encontrados en las investigaciones realizadas por equipos interdisciplinarios y expertos en el campo de la salud física y mental, acompañados de tecnología de punta, han traído a la luz que: mejor estado emocional, mejor es nuestra salud física y mental.
En pocas palabras, nuestro cuerpo, cada uno de nuestros órganos, es un catalizador de nuestro estado emocional. Anteriormente, en la práctica psicoanalítica, identificábamos estos estados en ciertas enfermedades que clasificábamos como “psicosomáticas”. Ahora, el compás se abre y las medidas apuntan más allá de las clasificaciones. Simón Brainsky ya lo advertía, desde 1988, en sus ensayos clínicos sobre “Psicoanálisis y Sufrimiento”.
En un post que publiqué: “la enfermedad como camino de sanación”, comentaba que nuestro cuerpo manifestaba, a manera de enfermedad, aquellas emociones que no hemos podido elaborar.
¿Cómo llegamos a esto? Estudios explican que nuestro cuerpo está conformado en promedio por un 80% de agua y además de funciones corporales, también es responsable de nuestros pensamientos y emociones.
Hace algunos años, el científico japonés Dr. Masara Emoto empezó a estudiar con un nuevo método la capacidad de memoria del agua y actualmente científicos de la Universidad de California amplían las investigaciones. ¿Qué encontraron?
Gracias a imágenes grabadas por microscopios electrónicos, se puedo reconocer que el agua es manipulable exteriormente; es decir, que las moléculas de agua están en constante movimiento consolidándose en formas nuevas y diversas llamadas Cluster parecidas al cristal, ¡suenan al ser expuestas a altas frecuencias y guardan información!.
Así que el agua no tan sólo tiene componentes químicos sino también informaciones sobre todo tipo de sustancias con las cuales han estado alguna vez en contacto. El profesor y Dr. A. Pakdaman dice por ello: “El agua tiene una memoria como un elefante...” Quiere decir que el agua es capaz de memorizar todo tipo de informaciones en frecuencias concretas, y luego retransmitirlas a otros sistemas, como por ejemplo, organismos vivos.
Entonces, si somos en promedio 80% agua ¡imagínate lo que puede estar ocurriendo en nuestro cuerpo con nuestras emociones! David Goleman nos dio una muestra de ello con su teoría y práctica sobre la “inteligencia Emocional”, el Dr. Jorge Carvajal lo explica con la Medicina Bioenergética y la Sintergética. Ellos, entre otros miles de investigadores y practicantes sobre este tema alrededor del mundo, nos invitan a mirar con ojos más conscientes nuestras emociones.
¿Por qué algunas personas parecen dotadas de un don especial que les permite vivir bien, aunque no sean las que más se destacan por su inteligencia? ¿Por qué no siempre el alumno más inteligente termina siendo el más exitoso? ¿Por qué unos son más capaces que otros para enfrentar contratiempos, superar obstáculos y ver las dificultades bajo una óptica distinta? ¿Por qué algunos enferman aun cuando llevan una dieta balanceada y hacen ejercicios mientras que otros gozan de perfecta salud sin mover un solo cabello?... La respuesta está en nuestras aguas.
Yraida Carolina Moreno Luna