Dejar ir

Sigo respirando

 

Soñé con un cuarto lleno de flores, amaneceres interminables, disculpas sinceras y cambios demostrados. Soñé con un largo pasillo de sonrisas y tristezas destrozadas. El pasto es verde y el cielo gris, a veces. No hay bancos donde te presten voluntad y coraje. No hay cursos de conquista garantizada ¡qué lástima! a algunos les vendrían bien. La fuerza de voluntad se  paga  a plazos con interminables intereses de arrepentimiento.

Y sigue la eterna lucha entre el cerebro y el hipotálamo. Esos recuerdos de desperdicios, de abandonos, de inexplicables pasares de tiempo sin sentido, de corazones rotos sopeados en sangres de años.  Y aquí seguimos respirando. Reconocimiento de imposibilidad, faltó algo: ganas, tiempo, corazón, fuerza, verdad, respeto, confianza, conquista… todas o tal vez sólo una.

¿Qué tan diferentes somos? ¡Uff! Hay mundos llenos de cosas buenas entre las personalidades. Exámenes constantes aplicados por la vida, quiero creer que lo sé, he leído tanto, me he desvelado contando los errores ¡qué necedad! se me trepa como enfermedad infecciosa, estornudo, toso y pienso cómo puede ser distinto y cada reflexión me lleva a conclusiones distintas y a un mismo punto. Reprobé.

Sigo respirando. Esas rosas dadas a los cerdos, esas calles tan solas, tan oscuras y el sol que de repente sale y de repente se enoja ¿a dónde ir? Di tanto, no he hecho el último balance personal, aunque aún hay tiempo porque va empezando el año.

Puro sueño, deseo, espejismo, ilusión, esperanza ¿quién inventó los sentimientos que se entre ven en las palabras tan intangibles? El señor de la esquina pensará que estoy loca, no creo que tenga problemas mentales ¿será bipolar? Tan cerca de la inmundicia, de la pobreza, tan lejos los sueños nobles en ese supuesto, tan aparentes las alegrías, la honestidad se perdió entre el hambre y el frío.

Quieres, pero suena el timbre y entonces te distraes, el programa de televisión no fue lo suficientemente convincente y le cambias. Deseas ¡que si deseas! pero con palabras es difícil construir, más bien imposible. Fuiste como una de las tres ranas de tu cuento, ninguna salió del frasco, mera intención con la  que no comes, ni vistes, ni andas. No hubo conquista.

Un cuento más de nadas… de nadas. Conozco las mentiras, son feas, como trabalenguas, lo sabía en el fondo, siempre lo sospeché, supongo. Huele a excremento de camino a la Obra, ya pasará. Inseguridades, entendidas. Llamadas constantes, captadas. Acusaciones infundadas anotadas, atosigantes momentos  ¡Claro! todo lo que fue calumnia a mí, fue verdad en otro cuerpo.

Mañana soñaré otra cosa, aunque tal vez no la recuerde, soy muy despistada, olvidadiza. Los campos siguen de color café y dicen que el cinturón de seguridad te salva la vida pero ¿por qué la pondría en peligro? Estoy incomunicada, sin teléfono ni internet. Mis papás no los tenían a mi edad y no se murieron ¿El oro realmente vale tanto? Porque luego lo tienes en las narices, restas su valor y lo dejas ir.

Hace casi un año andaba con suero en las venas, toqué la enfermedad de la indiferencia propia. Soy adicta a la droga del bienestar ¿quién no? yo diría “nos rompimos los corazones” ¿tu alma? por supuesto que la quiero, la merezco ¿la mía? la tuviste, si la querías de vuelta, pudiste conquistarla… no quisiste. Como diría Sacramento: “Esos amores de tú y yo contra el mundo…”

Ésta banqueta blanca con amarillo ubicada en los rincones del simple pasar, está fría y comienza a sentirse incómoda, así que pensaré que hacer, si seguir sentada o pararme y caminar. Me dará hambre, sed, tendré ganas de ir al baño y esas necesidades tan básicas, deben satisfacerse, tarde o temprano. Mientras, sigo respirando. Evangelina Jiménez Olvera.

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