Dificultad para respirar, presión en el pecho, sudoración. ¿Te suena familiar alguno de estos síntomas? Puede tratarse de ansiedad. La ansiedad es una reacción normal de nuestro cuerpo que nos advierte la presencia de una amenaza, prepara a nuestro cuerpo para huir o defenderse en caso de ser necesario y nos ayuda a ser más precavidos. Sin embargo, cuando estos síntomas se prolongan a través del tiempo y la aprensión continua sin causas aparentes, nos podemos encontrar ante un trastorno de ansiedad.
Cuando percibimos una sensación de peligro nuestro cuerpo se prepara: nuestra frecuencia cardiaca aumenta, las pupilas se dilatan, se libera adrenalina, nuestra piel comienza a transpirar y en general, nuestro organismo se asegura de que nuestro cuerpo esté listo en caso de que debamos huir o luchar.
Todas estas respuestas son parte de la naturaleza humana, heredadas de nuestros antepasados y el tipo de peligros a los que se enfrentaban. Sin embargo, los tiempos han cambiado. Hay autores que señalan que la evolución puede haber favorecido la presencia de los trastornos de ansiedad, pues dado que los peligros ya no son los mismos, las situaciones pueden parecer ambiguas para nuestro organismo. Ante lo que no sabemos si resultará amenazante o no, resulta más probable sobrevivir si retrocedes sin motivo, que si no te preocupas y no huyes habiendo un motivo. Nos sentimos amenazados ante situaciones que tal vez no sean tan amenazantes como nuestro cuerpo lo interpreta.
La ansiedad es un mecanismo de defensa y preservación, es el medio que utiliza nuestro cuerpo para advertirnos sobre el peligro. Esta sensación pasajera tiene como objetivo evitar las situaciones amenazantes. El problema viene cuando la sensación de amenaza no se desvanece, cuando nuestro temor ante los posibles peligros resulta desproporcionado en comparación a la amenaza y cuando comienza a interferir en nuestra vida diaria y nuestras actividades. En los trastornos de ansiedad no existe un peligro real, sino una interpretación errónea del peligro que puede impedirnos actuar de la mejor forma.
Síntomas de ansiedad
Algunos de los síntomas de ansiedad incluyen:
- Sudoración
- Palpitaciones
- Dificultad para respirar
- Resequedad en la boca
- Problemas estomacales
- Dolor de cabeza
- Irritabilidad
- Presión en el pecho
- Taquicardia
- Miedo
- Preocupación continua
- Falta de concentración
- Cansancio
- Dificultad para tomar decisiones
- Pensamientos negativos sobre sí mismo
- Temor a la pérdida de control
- Intranquilidad motora (movimientos repetitivos tales como tocarse, rascarse, etc.)
- Problemas de sueño
- Fumar, comer o beber en exceso
- Tartamudear
- Llorar sin causa aparente
- Entre otros.
Causas de la ansiedad
Las causas de la ansiedad pueden ser variadas, puede ser provocada por la ingesta de alguna sustancia o por factores traumáticos en la vida de la persona, así como por causas biológicas. Sin embargo, más que causas como tal, existen factores que predisponen a la persona a desarrollar un trastorno de ansiedad tales como factores hereditarios, trastornos neuroquímicos, exigencias y perspectivas irreales sobre sí mismo, u otros trastornos relacionados tales como el trastorno obsesivo compulsivo o el estrés post-traumático.
Las causas que lo desencadenan por su parte, también suelen ser variadas, puede deberse a cambios imprevistos en poco tiempo, acontecimientos estresantes, situaciones que afecten su autoconfianza e e incluso la sola idea de enfrentarnos a una posible amenaza, pueden desencadenar una situación de ansiedad.
Como combatir la ansiedad
Para tratar la ansiedad es necesario indagar en las causas. Es importante hablar de lo que nos preocupa, pues ello nos puede ayudar a calmar nuestros miedos. En ocasiones se requerirá de complementar una terapia con el uso de medicamentos. Conviene realizar actividad física, seguir una dieta sana, aprender a relajarse y en general, tener un estilo de vida saludable.
Escrito por: Elena Pedrozo
