Invadieron tus sienes sueños grises
y en mis verdes nevaron primaveras,
en tus ojos reposan las quimeras
y en mis verdes navega el viejo Ulises.
En tu semblante el tiempo echó raíces
y en el mío ha encendido sus hogueras,
arrugas indelebles y ligeras
corroen estos párpados felices.
El vuelo de las horas nos alcanza
y roza con su aliento nuestras vidas;
y trina mi soneto una alabanza;
Seguimos, aunque sangren las heridas,
juntos por el camino de la usanza
a veces con estrellas fenecidas.
A la memoria de
mi padre, en su día, en su ausencia.