Pareja

Tregua

tregua2Escrito por: Evangelina Jiménez

Hoy me sentí culpable, le sonreí a mucha gente sin realmente sentirlo, como si mis baterías estuvieran algo bajas, mi ánimo ya no tiene pilas. Quise comunicarle a mi alma la desventura pero ella solamente me dijo a gritos que había sido suficiente, que estaba cansada y que la dejara en paz. Se rebeló, creo que está harta, supongo que no ha tenido un buen día.


El cargador de mis pilas anda perdido, el tiempo será el encargado de regresármelo y entonces podré sonreír con toda el alma… ¿y mientras?... Le contesté horrible al Señor del estacionamiento, él ¿que culpa tiene? ninguna, pero eso no le importó a mi alma que anda escondida detrás del cansancio, tiró la toalla.
“Tal vez debamos separarnos un tiempo, necesito pensar”, se largó y me dejó con la palabra en la boca ¡méndiga! le valió. ¿Qué voy a hacer sin mi alma?, nunca nos hemos separado, me da tristeza que necesite vacaciones de mí, pensaba que éramos inseparables y que no podíamos vivir la una sin la otra.
Antes de irse me miró como queriendo decir algo que su orgullo no le permitió. Días después, para ser exactos dos días después, me llegó un mensaje en el que me pedía disculpas por la premura de su retirada y por el dolor, que sabe, me causó “Pero no puedo seguir contigo por ahora, te haría daño estoy muy cansada de apostar  y perder, lo siento” terminó.
En una fiesta me enteré que mi alma había apostado toda su lana al color rojo y el negro ganó esa noche, “Con razón” pensé en mis adentros, por eso anda de malas y decidió separarse de mí para no lastimarme, ésta no es la primera vez que pierde. Entendí su decisión y la respeté. Le contesté “Comparto tu sentir, démonos una tregua”.
Después me arrepentí, ¿qué tal que ya no quiere regresar a mí?, voy a ser la mujer sin alma, ¡ay no que horror!, me sinceré después y reconocí que necesita éste tiempo, necesita una tregua de mí, de las apuestas, de las mentiras, de las personas que dañan, de la espera constante, de las lágrimas, del vacío, aunque así es como yo me siento sin ella, vacía.
Anocheció y escuché el cerrojo, era ella, había regresado. Me confesó que me había extrañado demasiado, como yo a ella, y que sí quería una tregua, me propuso tomarla juntas, sería más efectivo. Estrechamos la mano, lloramos como buenas féminas sentimentales y decidimos no hacerlo más.
Estamos drenándonos, rechazamos lo que nos hace daño, lo que no nos llena, para poder darle cabida a lo que sí lo hará sin privación. Comprendemos que todo esto es un amuleto natural de la vida que nos protege, que nos cuida, agradecemos enormemente las molestias del destino que es duro y se empeña en quitarnos lo que nos causa lesiones, a la vista irreparables.
Estamos sentadas mirando las nubes, tranquilas, a veces melancólicas pero en paz, porque sabemos que nada es para siempre y que nada es para tanto, juntas esperamos a que el sol vuelva a salir, estamos ahorrando energías, ya nos darán ganas de volver a apostarlas a algún color sin importar el resultado, por ahora preferimos no jugar con el azar, que el destino descanse, que la soledad se agasaje, y que nuestra sonrisa se allane al futuro.

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