Tenemos la tendencia de asignarle valor a las cosas que poseemos y no hablamos solo de los lazos emocionales o de los recuerdos que le añaden valía a las cosas. De acuerdo a un estudio, creemos que el precio de lo que poseemos es mayor de lo que es en realidad.
Nuestra economía personal está fuertemente influenciada por nuestras emociones y cómo estas afectan las percepciones. Cuando queremos vender algo que poseemos –por ejemplo un carro– no es raro buscar venderlo al mejor precio posible, pero en ocasiones la expectativa de su valor es mucho mayor que el precio real en el mercado.
Los economistas llaman a esto Efecto de dotación, en el solo hecho de poseer algo, parece dotar de mayor precio al objeto (según nuestra percepción). Esto fue identificado por el economista Richard Thaler en los 70 y una posible explicación dada es aversión a la pérdida; la tendencia a preferir no perder, que ganar. Y es que desde un punto de vista psicológico, el dolor de perder es mayor que el gozo de obtener algo.
Pero una investigación propone otra causa; Sara Loughran Dommer y Vanitha Swaminathan llegaron a la conclusión de que este efecto de dotación puede estar vinculado a un lazo de identidad entre el objeto y la persona. Más específicamente, si el objeto está relacionado a un momento o circunstancia en que nos sentimos amenazados, nos ayuda a lidiar con ello y lo sentimos parte de nosotros. Por lo que resulta más difícil desprenderse del objeto. –Por ello muchas personas se rehúsan a vender sus casas sin importar cuánto les ofrezcan–.
Darnos cuenta cuando le estamos dando un mayor valor –irracional– a las cosas, preguntarnos por qué un objeto puede tener tanto significado para nosotros, puede ayudarnos la próxima vez que nos cueste trabajo desprendernos de algo.