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Después ansioso como es, abruptamente cambió el plan pues la pila de su reloj se terminó y decidió ir mejor a otro centro comercial hacia el noreste de la ciudad en donde podría tener la posibilidad de cambiar su pila, ya que a partir del lunes, se acababa el tiempo para él, pues regresaba a la rutina diaria en donde pertenecía 100% a los dos Hospitales en donde trabajaba. Así las cosas nos dirigimos hacia allá, sin darnos cuenta de que no les habíamos comunicado el cambio de planes a nuestros hijos que confiados y seguros yacían en los asientos de atrás con aire despreocupado. La primera en notar el cambio de rumbo fue la mayor, con 10 años casi 11, pudo notar que no era por ahí que se llegaba, un tanto molesta nos lo hizo ver y tras una breve explicación continuamos nuestro camino. El pequeño por su parte hizo caso omiso del cambio y sólo mencionó que para él, el lugar no era trascendente siempre y cuando fuéramos al cine como estaba planeado.
Llegamos al gran centro comercial que se encuentra a la salida para Toluca, siempre nos ha gustado mucho porque es lujoso, con grandes tiendas departamentales y boutiques que en ocasiones tiene ropa un poco más exclusiva que en otro lado. Hace un poco más de frío que en la ciudad, pero de vez en cuando vale la pena el cambio. Nos dirigimos al área de cines que no conocíamos preguntando para poder llegar, muchas tiendas aún no abrían y no había mucha gente por el horario, finalmente llegamosVale la pena ir de vez en cuando a esos lugares para recordarme que yo tengo lo que necesito y a veces un poco más y que tengo la bendición de darle el valor real a las cosas que finalmente son sólo cosas
compramos los boletos y nos formamos para entrar a la sala que nos correspondía. Estando formados una mujer llamó mi atención y la de mi marido, aunque trató de disimularlo, era alta, bien peinada, y arreglada con unas botas hermosas y finas de quién sabe cuál marca, pero de una buena por como se veían, unos jeans a juego con una camisa blanca también de aspecto fino y bolsa y accesorios de Armani en perfecta combinación, y todo esto a las 10:00AM ¡en Domingo! Sus hijos, tres niños de al parecer 5, 8 y 10 años, igualmente con camisas y chamarras de “marca” cortes de pelo a la última moda y tenis de altísima calidad. Atrás de ella, su marido, casual e informal con una chamarra de piel igualmente fina, impecablemente vestido y muy elegante. La zona no era para menos, el centro comercial está ubicado en una de las zonas más caras de las afueras de la ciudad, de los más lujosos y con varias tiendas de diseñadores en donde sólo una bolsa puede costar lo de un mes de trabajo de un trabajador regular en nuestro país, incluso la mayor tienda departamental ostenta otros diseños que no se encuentran en la misma tienda de otra zona; mucho glamour y sofisticación al alcance de pocos.
Una vez más me di cuenta de la inmensa diferencia que existe entre la gente de un lugar a otro, la gran brecha que separa a unos de otros, el poder adquisitivo tan poderoso en unos y tan nulo en otros, ¿nosotros?- En medio-, en una clase media que está condenada a desaparecer si las cosas siguen igual, con las necesidades primarias resueltas y un poco más, tratando de mantener un nivel que nos permita tener algunos lujos sin que queden descubiertas las cosas importantes, anhelando tener esas cosas “de marca” que nunca nos atrevemos a adquirir por comparar lo que cuestan con un día de trabajo o una adquisición más “útil”. Aquí vivimos, inmersos en una desigualdad total e incluso ofensiva tratando de no ver lo que salta a la vista diciéndonos una y otra vez que estamos bien, pero, ¿por cuánto tiempo más? Acaso podemos estar seguros de eso, creo que no.
Salimos del cine y comimos en un restaurante que por especial les encanta a los niños y no menos caro por cierto, caminamos un poco entre escaparates que vendían no sólo ropa y accesorios sino meras ilusiones y sueños, cosas y más cosas que aún se pueden comprar, haciéndonos olvidar tantas otras que ni con todo el dinero del mundo se podría, las cosas que realmente importan, y poco nos detenemos a pensar. Subimos al coche y de regreso en silencio todos teníamos nuestros propios pensamientos y dentro de ellos el mío era:
Vale la pena ir de vez en cuando a esos lugares para recordarme que yo tengo lo que necesito y a veces un poco más y que tengo la bendición de darle el valor real a las cosas que finalmente son sólo cosas; yo tengo algo más importante, mi vida y la de los míos y eso es del mejor diseñador de todo el universo y me las ha dado a mi sin pedirme nada a cambio más que intentar ser feliz, agradezco todos los días por eso aunque de vez en cuando me dé un pequeño gustito, aunque no sea de marca…
Escrito por: Marcela Ortega