Los estados emocionales nos llevan a comer demás y la mayoría de las veces sin control y grandes cantidades de alimentos, que generalmente por comodidad desembocan en la comida chatarra, como una respuesta a los estados de ánimo, en vez de hambre natural.
Estas emociones influyen en la estimulación al hambre bajo dichos condicionamientos:
1. Ira
Si estás enojada contigo misma, otra persona o una situación determinada, para ahogar tus sentimientos es más fácil sofocarlos con alimentos, que tratar con el problema propiamente dicho.
2. Desesperanza
Cuando se llega a creer que; “Nada realmente importa de todos modos- Nada en la vida va a cambiar o mejorar para mí”, es cuando llegamos a la conclusión de ¿por qué debo preocuparme por mi salud o del peso?, además comer me hace sentir mejor.
3. Falta de control
Cuando se piensa: “Mi vida está fuera de control – No hay nada sobre lo que pueda tenerlo – Todo el mundo a mi alrededor me supera”, excepto el comer, ya que puedo comer lo que quiera, cuando quiera y así lo haré.
4. Sentirse despreciado
Tal vez has logrado algo excepcional en el trabajo y nadie se ha dado cuenta, o tal vez has hecho un logro personal que habías soñado durante años, pero nadie en casa comparte tu orgullo.Por lo cual sientes la tentación de felicitarte a ti misma, buscando en los alimentos o la bebida, la retribución que no encuentra de otro modo.
5. Aburrimiento
Es cuando pensamos; “No hay nada que hacer – Ningún lugar para ir – te sientes sola – No hay nada en la casa para ocupar su mente o su tiempo. Pero hay una despensa llena de comida que ocuparan ese tiempo disponible.
Si entras en cualquiera de estos cinco perfiles, trate de sentarte con un papel y busca ideas para encontrar comportamientos alternativos que eviten el desenlace hacia la comida, si no puede controlar ninguna de éstas emociones por sí misma, busca ayuda para evitar dañar tu salud.