Escrito por: Evangelina Jiménez
Con el olor de café de Chiapas, el sonido que se produce por el tecleado de las computadoras, junto con timbres de teléfonos de fondo y mil pendientes en la cabeza, decidí contemplar por la ventana que tengo a mi mano derecha en mi lugar de trabajo, que por cierto se encuentra en obra y hay muchas cosas interesantes que observar.
Por la ventana que les comento, puedo ver como los obreros escalan las paredes cual “hombres araña” y solamente los protege un mecate y un arnés que sinceramente da poca confianza. Es impresionante ver como a varios metros del piso se mueven como gacelas para colocar “sepa qué” en tubos grandes de metal que salen de las paredes.
Sólo de verlos me da vértigo y de verdad que no le tengo miedo a las alturas. Varios mirones nos anonadamos ante los movimientos de estos arácnidos humanos. Por ahí escuchamos una expresión: “Qué bueno que sí estudié, sino estaría haciendo eso”.
Inmediatamente pensé que la persona que había vociferado tal aseveración no tenía idea del valor tan grande que se necesita para arriesgar tu vida cada momento en un columpio colgando a más de 10 metros de distancia de tierra firme, un mal paso podría ser letal, mortal. De pronto, pensé que la vida es eso, montar diariamente en un columpio con poca o nula protección. Mientras otra gente nos observa, nosotros sólo intentamos no caer. Así que con o sin carrera universitaria todos escalamos por las paredes de la vida sin arnés ni mecate.
También medité en que tal peripecia podría asimilarse a una pareja. Debemos tener cuidado si decidimos hacer el trabajo en coordinación con alguien pues al compartir la cuerda de la que ceñimos si caemos podríamos jalarlo, si llegamos sanos y salvos a la cima del edificio, también lo hará el que viene a nuestro lado, sí tú estás bien y seguro, tu pareja también y dicha estabilidad y seguridad se traslada a la relación misma.
Pasaban de las cinco de la tarde y el aroma a café chiapaneco seguía en el ambiente, mi vista ya estaba algo más cansada que por la mañana y mi sueño comenzaba a llamar mi atención. Pero los trabajadores arácnidos continuaban su labor y yo seguía teniendo vértigo mientras los observaba.
Supongo que también le tenemos vértigo a la altura de la vida, de las circunstancias, a lo desconocido, pues pensamos que lo peor de todo puede ser caerse, pero no, lo peor de todo sería no sentir ése vértigo o no vivir esa experiencia, el caerse es parte de la experiencia de éste ejercicio diario que es la vida.
Lo único seguro con lo que Dios nos dotó es la certeza de que nos vamos a morir ¿cuándo? quien sabe pero de que nos vamos a morir, nos vamos a morir. Todo lo demás debe suceder como consecuencia de la mezcolanza del manual del destino, planes divinos, correspondencia kármica, circunstancias, coincidencias (aunque creo fervientemente que éstas no existen), es decir, por las formas que ustedes gusten siempre y cuando no se vean alteradas por la imprudencia e impaciencia humanas.
Por lo anterior, considero que debemos vivir el presente intensamente pues no tenemos otro presente, olvidar el pasado porque recuerden que pasado es y confiar en el futuro del que nos aferramos porque sino nada tendría sentido. Siempre con valentía, arrojo y bajo la conciencia de que somos seres humanos y poco podemos hacer respecto a nuestra calidad de mortales.
Acepto mi calidad de mortal en éste mundo extranjero, me río cuando me dan ganas, lloro cuando lo siento y te digo que te amo porque es una verdad únicamente irrefutable para mi corazón.