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Adiós a la impuntualidad

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Escrito por: Equipo SuperMujer

Siempre he visto a mi marido como una clásica hormiguita. Invariablemente tiene algo que hacer. Lo mismo está arreglando el garaje que el jardín que yendo a jugar con sus amigos. No para. Pero hay algo que le acompaña de igual manera. Siempre va tarde. Me recuerda al conejo de “Alicia en el país de las maravillas” quien reloj en mano no para de ir de un lugar a otro cantando “voy tarde, voy tarde, siempre voy tarde”. Algo así es mi marido. Un hombre que siempre va tarde.

Siempre hay algo

Finalmente un día caí en cuenta. Ya nos íbamos, estábamos subiéndonos al carro y para no variar, dijo “ahora vengo”. Después de esperarlo un par de minutos se subió por fin al carro. No había guardado la caja de herramientas. Como si dejarla afuera fuese vital, me pregunté qué pasaría por la mente de mi marido. Finalmente caí en cuenta. Quiere hacer tanto, quiere ser tan productivo, que siempre encuentra algo qué hacer antes de salir. Lo que regularmente provoca su retraso a todos los lugares que va… o vamos.

Tiene consecuencias

Es desesperante tener una pareja así. Pero a todo se acostumbra una. Para mí ya es algo que me tiene acostumbrada. Pero sí, llega ser algo que a él también le trae problemas con otras personas. Quizá con sus amigos que no pueden empezar a jugar hasta que no llegue. Quizá en el trabajo cuando llega tarde a las citas profesionales. Quizá porque su retraso provoca que cierren el banco y ya no pague a tiempo la tarjeta de crédito lo que causa gastos extras. Llegar tarde es pues perjudicial por donde se le vea, sobretodo para personas que en verdad están trabajando seriamente.

Más cerca, más tarde

Además de lo extraño que parece cuando vemos a personas activas y trabajadoras llegar tarde, no menos raro es el caso de aquellas personas que viviendo cerca de la escuela o el trabajo… llegan tarde. Viven a una cuadra y son los últimos en llegar. Otro caso: a mi madre le gusta aprovechar hasta el último momento en los aeropuertos. Se toma un refresco, se va a las tiendas, se pone a leer revistas y libros, eso cuando llega a tiempo. Y ya cuando va a ser hora de partir nos dirigimos a la puerta de entrada del avión al tiempo que invariablemente escuchamos por el altavoz nuestros nombres pues ya está por partir el vuelo.

Dosis de adrenalina

Llegó el día que entendí a mi madre. Le gusta la emoción. Le gusta el riesgo. Las personas que buscan cierto grado de peligro “saborean” la adrenalina que genera su actuación. Llegar tarde no es algo muy lejano de aquellas personas que toman y manejan o que gustan de jugar dinero en los casinos. No es una conducta, es una personalidad. Aquel que toma riesgos gusta de juegos peligrosos, correr coches, lanzarse en paracaídas, o simplemente cambiar de actividad constantemente por el hecho de cambiar, de innovar. De salir de la rutina.

Razones y rozones

Ahora bien, la persona que usualmente llega tarde puede ser en buena medida una persona que busca “salirse con la suya”, tomar el riesgo y al final salir avante o también puede ser que haya un desprendimiento de la realidad. Otro tipo de personajes que llegan tarde son los egoístas. Aquellas personas que no se detienen a pensar en el otro y el costo que su espera les hace causar. “Ay perdón es que tenía muchas cosas por hacer”. Como si no todas tuviésemos muchísimas cosas qué hacer. Así que la próxima vez que te veas envuelta en una situación así pregúntate si es por la adrenalina o si es por egocentrismo o quizá por costumbre social.

Costoso

Llegar tarde, entregar tarde, salir tarde tiene consecuencias económicas importantes. Pagar tarde es pagar con recargos. Entregar tarde un trabajo es dañar la imagen propia. Llegar tarde a casa de una amiga o a recoger a los hijos es dejar una huella de insatisfacción en ellos. De acuerdo con algunos cálculos de productividad, a México le cuesta anualmente unos 84 mil millones de pesos la tardanza. Y peor aún, quedarse esperando bajo un nopal es la clásica estampa de nuestra nacionalidad. Como me dijo una vez un extranjero amigo que hacía negocios aquí, ¿sabes qué significa “mañana” en México?... hoy no. Así que va siendo hora de cambiar social, familiar y personalmente tan dañina costumbre.

Primero: reconocerlo

Para curar la tardanza, la clave está primero en reconocer las causas. Puede ser que sea simple vanidad, puede ser que sea esa adrenalina de saber que lo logramos a pesar de tener el tiempo encima, puede ser que seamos flojos – aunque ahora le busquemos más razones, lo cierto es que existe la flojera tal cual -, quizá queramos hacer una cosa más antes de partir, quizá estemos en el trabajo equivocado, pero incluso en el trabajo correcto a veces no llegamos a arrancar. Incluso podemos posponer asuntos placenteros. Podemos posponer hasta las vacaciones ¿Miedo al éxito? ¿miedo al fracaso? ¿no merecemos placer? ¿merecemos dolor?.

Cortesía de reyes

Una vez que hemos encontrado las causas, empezamos a dar los primeros pasos para no sabotearnos. Si se trata de adrenalina, entonces busquemos la adrenalina al estar a tiempo. Si se trata de egoísmo, pensemos en el otro y su malestar. Si nos saboteamos, pues eso ya requiere de trabajo más a fondo, es falta de autoestima. En todo caso hay técnicas sencillas por dónde empezar. Todo está en darnos cuenta, querer cambiar, ser considerados con nuestras personas alrededor. Técnicas hay, todo está en querer ser puntual de ahora en adelante. Como decía una buena amiga “la puntualidad es cortesía de reyes”.

A tiempo

Nunca soñemos con realizar grandes proyectos en corto tiempo. Mejor pequeñas, pequeñitas metas, que se vayan cumpliendo. Aplaudamos nuestros logros. Hagamos pública nuestra nueva meta, eso nos obliga. Nos presiona. Ni modo, eso queremos. O bien hagamos una apuesta. Cuando se trata de dinero, a muchas de nosotras nos duele. A las que no, pues que hagan una apuesta que les duela. Mientras no sean masoquistas. O si lo son apuesten por lo contrario. Lo importante es darnos cuenta y empezar a dar el primer paso en el sentido correcto.

Escrito por: Equipo SuperMujer

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