Familia

Amar como mamá

amar-como-mamaBien dicen que las mujeres vamos por el mundo repartiendo amor. Somos las que ayudamos a la anciana a cruzar la calle, las que regalamos una moneda a un extraño con hambre, las que sentimos la tristeza de otros seres como si fuera nuestra. Lo más sorprendente es que en nuestro interior, sabemos que no estamos buscando obtener algún beneficio de ello. No tratamos de ganarnos el cielo. Damos amor por que sí, sin condiciones, y no sabemos amar de otra manera. Gracias a esto creamos milagros, entre ellos el más grande y maravilloso de todos: dar vida.

Repartiendo regalos

No es que los hombres no puedan ser amorosos. Pero para nosotras, cada pedazo de nuestro amor es como un obsequio: lo elegimos cuidadosamente para cada persona, lo envolvemos con sus colores favoritos y se lo damos con una gran sonrisa. Queremos que le agrade, que sepa que nos importa y que le deseamos toda la dicha imaginable. Ya sea nuestra pareja, nuestro hijo o nuestra amiga del alma, tenemos suficientes reservas de amor para todos y nos dura toda la vida.

Somos nosotras

El amor no es un sentimiento aislado o una simple reacción química. El amor es lo que nos define, es lo que somos: un océano interior, sin fondo ni horizonte. A veces vamos por la vida, buscando que alguien más nos regale afecto, aprobación y elogios. No nos damos cuenta de que no necesitamos nada de esto, pues en cualquier momento podemos sumergirnos en nuestro océano propio de amor incondicional, ese que nunca se nos agota y que repartimos sin restricciones.

Así es mamá

La mujer que domina mejor este arte de amar por amar es mamá. Una madre no se fija en si es feo o guapo, fácil o difícil. Ella ama al hijo que va bien en la escuela, tanto como al que saca malas calificaciones. Ama a la planta con espinas tanto como a la que da fruta. Ella se sumerge en su océano y lo comparte sin fijarse con quién. La máxima expresión del amor que puede dar una madre es la compasión, esa capacidad de hacer suyo el dolor de otros y la necesidad de aliviarlo para sanar al mundo entero. Es esta compasión la que nos permite compartir. La que nos ayuda a trabajar entre todas para salir adelante. La que nos motiva a cuidar al mundo.

Maestra del disfraz

Mamá muestra su amor con palabras y gestos, pero también de diferentes maneras. Al amor de madre le gusta disfrazarse para despistar, para llamar la atención de formas muy sutiles o para pasar desapercibido según sea lo más conveniente. Ese amor es la raíz de todo lo que hace mamá en su vida. Trabaja y quiere ser exitosa para que pueda darle lo mejor a su familia, para que tengan un buen ejemplo a seguir.  Cuando va al súper se toma todo el tiempo necesario para escoger las mejores frutas porque quiere nutrir a sus seres queridos. Y sin duda, uno de los disfraces favoritos son los regaños por los que tanto le reclamamos como hijos. Qué fácil sería ser mamá sin tener que educar.

Protectora del jardín universal

Nadie entiende mejor que que las mamás que todo está interconectado. El mundo es como un gran jardín, y su instinto es cuidarlo para que esté hermoso y lleno de vida. Sabe que algún día lo dejará para siempre, pero sus hijos se quedarán en él. Por eso se entrega con todo su esfuerzo a la tarea de mejorarlo. Riega las plantas, pero también siembra nuevas semillas. No es por nada que las mujeres seamos las grandes participantes del altruismo. Queremos parar el cambio climático, anhelamos la paz mundial, el reencuentro del ser humano con su espiritualidad y queremos encontrar la cura a todas las enfermedades. Esta es quizá la forma más sublime en que una madre demuestra cuanto amor es capaz de dar.

Aprendiendo de su amor

Así como se entrega para repartir amor incondicional a su familia y al mundo, mamá es una maestra devota, encargada de enseñarle a otros esta peculiar forma de amar, empezando por sus hijos. El propósito de su vida es extender su amor interior a todos los que la rodean. Ella pone todo su cariño en cualquier cosa que hace. Su método es la vida misma, pone el ejemplo para educar a amar.

Si el amor a un hijo, si el amor a crear vida es tan poderoso, entonces bien vale la pena intentar llevar este amor hacia otras áreas de nuestra vida. ¿Qué pasaría si pudiéramos extender esta poderosa energía hacia otras personas, hacia el trabajo, hacia otras cosas? ¿Crecerían con tanto vigor como lo hacen nuestros hijos? Así como no esperamos el mismo amor de nuestros hijos, pues sabemos que su crecimiento nos llena, que su sonrisa nos enloquece, no podemos esperar de todo lo demás que nos rodea si nos comprometemos de esa misma manera.

Dale gracias

Amar sin razón es posible. De la misma manera que disfrutas la sonrisa de tu bebé, vive el presente, disfruta y siente el aquí y el ahora. Cuida tu vitalidad, no la desperdicies con una mala nutrición ni te quedes sentada viendo pasar la vida. Acepta y ama lo que eres, tal y como eres. Ama con el corazón. Abraza. Siente y comparte los sentimientos de los demás. Escucha sin juzgar, todos nos equivocamos. Hay vida en todo, aprende a conectarte con el todo pues tú eres parte del mismo.

Escrito por: Revista SuperMujer

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *

*