Cómo mantener una buena comunicación para reducir los riesgos de esa etapa
Encontré una carta muy bien doblada, más bien excesivamente bien doblada, en el cuarto de mi hijo, la curiosidad me ganó y caí en el pecado de leer el contenido de la misma. Era obvio que estaba escrita por una chica, de papel de colores, con muchos dibujos, doblada de una manera tan extraña, que me delató porque me fue imposible volver a doblarla como estaba y tuve que confesarle a mi hijo que leí la carta.
Pero… también le tuve que confesar que no se preocupara, porque francamente no entendí nada de lo que ahí estaba escrito, porque no sé en qué lenguaje se escribió.
Mi hijo (gracias a Dios) comprensivamente se rió, me enseñó a doblarla y además me la tradujo.
Fue en ese momento cuando entendí la barrera de comunicación que existe ahora entre nuestros chicos y nosotros.
Desde siempre se ha hablado de la brecha generacional entre padres e hijos, de los adolescentes, sus cambios hormonales, su necesidad de ser aceptados, de la dificultad que siempre ha existido para poderse comunicar con ellos, etc.
Pero ahora caigo en la cuenta, de que ya no sólo son estos cambios hormonales, no sólo es el que nos asustemos por cómo se visten, o cómo se peinan, o los amigos con los que andan, si no también que ha cambiado drásticamente la manera de que entre ellos mismos se comunican, que la tecnología tiene mucho que ver, que existe ahora un nuevo lenguaje, un nuevo sistema de comunicación en el que nosotros, papás, no entramos y por supuesto no entendemos.
Jugando, le cuento a mi hijo que “en mis tiempos” mis papás entendían lo que me escribía con mis amigas, que por supuesto no existía el celular y los mensajes eran a través de papelitos escritos pasados de mano en mano en el salón de clase.
Que en “mis tiempos” no existían las computadoras como existen ahora, esas eran usadas únicamente para los que estudiaban sistemas, y en casa, tenías que pelearte con tus hermanos para ganar el teléfono o para que dejaran libre la línea para que te hablara la amiga o el galán.
Que en “mis tiempos” hablarle de tú a un adulto era una terrible falta de educación, fumarLa comunicación entre él y yo es buena, pero no surgió de la nada, tuve que aprender su “lenguaje” enfrente de tus papás o peor aún de cualquier adulto estaba totalmente prohibido.
Los maestros no hablaban de pedagogía, ni mucho menos de los derechos de los niños, las tareas eran hechas en máquina de escribir, y no todos teníamos eléctrica, que para hacer un trabajo teníamos que leer, y hacer resúmenes, y lo mejor de todo era que las fiesta eran en casa de alguien con papás vigilando, no se daba alcohol sino agua de sabor o refrescos y sándwiches, y el permiso era hasta las 12.
Él se carcajea, pero sobre todos se queda perplejo de que podíamos sobrevivir sin tecnología (para él lo que había no era tecnología). Cómo podíamos platicar en las fiestas sin el volumen tan alto ni el punchis punchis, y como platicábamos sin chatear o mensajearnos.
La comunicación entre él y yo es buena, pero no surgió de la nada, tuve que aprender su “lenguaje” como el decir “ábrete” ya no es literalmente abrir, sino quítate, vete. Topa significa checa, mira.
Tmb es también, bn significa bien, ntc es no te creas, c es sé, gx es gracias y así podría hacer un diccionario papás – adolescentes; adolescentes – papás.
También entendí, que la comunicación no sólo es escuchar y hablar, sino entender. Y muchas veces prefiero “chatear” con él para que platiquemos.
Los mensajes de teléfono, o sea el “mensajearnos” también se ha vuelto una parte importante de nuestra comunicación, (gracias a Dios existe el plan de 3 números gratis y por supuesto lo tengo a él dado de alta).
El no criticar ha sido una verdadera herramienta que me ha servido más de lo que cualquiera se puede imaginar. Ya no le critico a sus amigos, pero si le hago alguna referencia de porqué no me gusta tal o cual amigo. Si sé que alguno toma de más o no tiene límite para llegar a casa, le pido que procure no salir mucho con él porque puede ser peligroso el que maneje tomado, o el que ande hasta muy tarde en la calle.
A las chicas jamás les pongo apodos, ni hago referencia si es flaca o fea, y mas aún si es la novia en turno, le echo piropos o si de plano no me salen por cuestiones de ética, pues me quedo calladita y refiero a que bonito está su peinado, vestido, aretes o lo que sobresalga.
Cuando él quiere hablar, lo escucho, dejo lo que estoy haciendo y me siento con él, si no puedo dejar el trabajo, le pido que me acompañe, o busco la manera de que él sepa que aunque sigo haciendo mis cosas lo estoy escuchando, con todo lo que implica esta palabra
Sí me he asustado alguna vez con lo que me cuenta, peroEl no criticar ha sido una verdadera herramienta que me ha servido más de lo que cualquiera se puede imaginar cambié mi táctica, y en lugar de sobresaltarme, de poner cara de “¡Jesús!” o de regañarlo, respiro y sigo escuchando, al final le doy mi opinión, tal vez sí le diga qué no me pareció. Pero primero termino de escuchar, y analizo varias cosas:
1.- ¿Tiene culpa? Tal vez me cuenta algo que le pasó a él y a sus amigos, pero que él no estuvo directamente involucrado.
2.- Si tiene culpa se lo hago ver
3.- ¿Tiene solución? ¿Lo podemos solucionar juntos?
4.- ¿Vale la pena asustarse por ello? O sólo hacerle ver que puede tener consecuencias para él
5.- No critico, pero sí corrijo.
Ésta ha sido mi táctica, pero también mi estrategia, le voy dando confianza poco a poco, pero él me tiene que retribuir con actitudes, como las calificaciones, el llegar a la hora acordada, no llegar mal, decirme siempre la verdad, etc…
Hemos aprendido juntos que platicar, ya sea a su manera o a la mia nos trae grandes beneficios.
Los castigos pasaron a ser parte del pasado, él solo sabe cuando la “regó” y ya no pide permiso para salir al día siguiente, o cuando debe decir no a una invitación porque le queda claro que no es lo más adecuado. Está aprendiendo a saber escoger y lo más importante a pedir opinión sin que por ello no tome su propia decisión.
Hace poco lo oí decirle a sus amigos que él prefería contarme las cosas, porque así no lo regañaba, bueno, dijo… no es que no me regañe, pero si me dice qué no le pareció o que de plano la regué.
Pero cuando de verdad supe que iba por el camino correcto fue cuando al final le dijo a sus amigos: Ella sí escucha.
Hace tiempo leí una hermosa frase que quiero compartir porque me pareció muy acertada:
Adolescente, ser humano en construcción.
Nada más cerca a la verdad. Tu adolescente puede llegar a desesperarte, a medir tu paciencia, a medirte a ti, pero recuerda dos cosas: una, que tú eres su mamá, y como tal eres el adulto, y por ese simple hecho tienes mucha más experiencia que él, y dos, que pueden llegar a entenderse sin pelear, sólo piensa que tu adolescente se está construyendo como ser humano y que necesita de tu apoyo, consejos, autoridad y entendimiento.
Quiero aclarar que tengo 45 años y mi hijo 16, y que pensándolo bien “mis tiempos” también siguen siendo estos tiempos.
Escrito por: Ana Lourdes Alcocer
Directora General ESTRATEGA APRENDE