Al mirar a un niño se puede percibir la duda e inocencia que tiene su mundo, la curiosidad que atrae su mirada al más diminuto detalle que a veces, parece, hemos olvidado los adultos. Los niños aún tienen la capacidad de contarte que se portaron mal, que no hicieron la tarea. Aún no conocen la manipulación a través de la mentira.
Cuando ellos salen al parque van a un día de aventuras, no importa si son los juegos más sofisticados o si no los hay, ellos siempre encontrarán la manera de crear un paraíso, el poder que tienen es indescriptible, esa imaginación les da los elementos necesarios para ser felices y lo expresan en un dulce poema llamado juego, este elemento básico en su desarrollo, que les da la mano para descubrir el mundo y empezar a entender cómo funciona el lugar donde viven.
La bondad de los niños es infinita, sienten amor hacia el más pequeño ser, ya sea una hormiga, una hoja o el perro que encuentran en la calle. Tenemos una fuente inagotable de amor ¡mantengámosla limpia!
Toma a tu hijo y pídele que te lleve de paseo, que te enseñe el mundo, pregúntale qué ve, qué colores resaltan, qué piensa de las hojas que se caen de los árboles… te aseguro que te sorprenderás de sus respuestas y de lo que aprenderás.
Revive los sentimientos de inocencia a través de tu hijo y quizá te acuerdes porque hay que luchar por un lugar mejor.
Diana Murguía.