Bienestar

Aprendiendo el sentido de pertenencia

http://lamorales.files.wordpress.com/2009/10/mujer-feliz.jpgEscrito por: Ana Lilia Solis Moreno

Hace algunos meses tuve la oportunidad de asistir a un Taller para Padres, impartido en la escuela secundaria donde estudia mi hija.
He de confesar que al principio no fue mi máximo el “tener” que acudir al mismo, por varias razones: era en sábado, a las 8 am, estaba recién operada de una rodilla y usaba muletas, en fin, los “contras” eran mayores que los “pros”, desde mi punto de vista inicial.

El primer día acudí un poco predispuesta, tenía que subir 2 pisos de escaleras y representaba para mí un verdadero esfuerzo físico. Entrando al salón, que ya estaba lleno, las miradas me acapararon por mi condición, lo cual también representó algo de incomodidad ya que nunca me he distinguido por ser la más sociable del mundo.
La impartición del curso empezó y hubo algo que llamó mucho mi atención: la orientadora escribió su nombre y… ¡era su nombre de casada! Es decir, después de su apellido paterno aparecía el “de fulanito”. Como mujer acostumbrada a no desarrollar apegos, en principio no alcancé a entender por qué en esta época, siendo una mujer de carrera y con estudios en desarrollo humano, podía presentarse de esa forma. Y no es que tenga yo tendencias feministas, pero hasta ese día yo sentía que el manejar así nuestro nombre, era como cuando marcan a las reses (valga la comparación) para que se sepa quién es el dueño.
Creo que ella pudo ver la cara de sorpresa de varios de los asistentes y se dispuso a dar una explicación que calló a mis demonios internos.
Con una gran sonrisa, nos dijo que en otra empresa donde impartió un curso, el gerente que la contrató le había cuestionado su manera de presentarse, entonces ella le contestó que así lo había hecho siempre y no lo cambiaría porque era su sentir, era su sentido de pertenencia. Es decir, sus sentimientos, sus pensamientos, sus ilusiones, sus deseos, le pertenecían a su esposo, su amigo, su pareja, su confidente, su cómplice a lo largo de su vida matrimonial, y que para nada significaba el que se considerara un objeto o alguien sin voz ni voto. Lo dijo con tanta certeza, con tanto orgullo, que cambió completamente mi percepción al respecto. A partir de ese momento me atreví a experimentarlo en carne propia como hija, como madre, como pareja, como amiga, conmigo misma. He aprendido a dar lo mejor de mí en cada faceta, sin dejar de ser yo. He aprendido a que no es malo apegarse a las personas que queremos, sin traspasar límites. He aprendido que se puede vivir con la soledad, sin sumergirse en ella. He aprendido a pertenecer a mi familia y al hombre que amo, sin sentirme invadida. Y por último, he aprendido a compartir mis experiencias, sin miedo, porque también he desarrollado ese sentido de pertenencia hacia mi libertad que alguna vez se sintió mutilada.
No ha sido fácil, pero la satisfacción que me ha dejado vivirlo, me impulsa a desarrollarlo con día con día.

Escrito por: Ana Lilia Solis Moreno

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