La mayoría de las veces nos cuidamos en lo que comemos, buscamos la etiqueta que diga CERO GRASA , los lácteos light; los refrescos con cero azúcar, el mejor aceite, en fin nos ingeniamos para consumir la mejor calidad; los alimentos más frescos y nutritivos porque sabemos que nuestro cuerpo es el carruaje de traslada en esta vida a nuestra ser.
Pero muy pocas veces estamos atentos a lo que consumimos emocionalmente. Vamos en nuestro auto manejando y en medio del tráfico, nos desatamos en una guerra sin resolución de quién toca más fuerte el claxon, nos mandan a lavar los platos y vamos a la velocidad adecuada en el carril de máxima y aventamos en retribución palabras recordando a la madre del otro; nos alteramos si el cajero del banco tarda nos minutos más en atender a cada cliente, nos desespera, generamos intrigas, nos estresamos, tarareamos nefastamente las canciones de amor más populares como: “yo ya no creo en milagros”, “si tú no estás a mi lado”; y al final del día; ingerimos miles de calorías emocionales que hacen que nuestro ser esté agotado, sin energía, y un poco confundido
Pero para postre no olvidamos de ver alguna película dramática, o el noticiero, así las últimas imágenes ingresadas a nuestra conciencia son de muerte, sangre, dolor, llanto y sufrimiento. ¿Y qué soñamos? ¡Mucho de lo que vivimos!
Sin darnos cuenta día con día mal alimentamos a nuestras emociones y creencias; creamos un mundo personal de limitaciones y escasas oportunidades; los mensajes que nos decimos son recurrentes quejas, suspiros de hastío, y negación y resistencia a lo que nos sucede. Todo lo que ocurre llega a nosotros, somos como una esponja que absorbe, consciente o inconscientemente.
Acaso, ¿no crees que sea hora de parar? ¿Sería bueno una cambio de programación mental en tu vida?
¿Te animas? ¡Es muy fácil! Sólo empieza buscar otras gafas para vivir, deja las oscuras, y ponte un de colores, que te permitan ver el día a día de colores brillantes y luminosos.
Sin ir más lejos, hace unos días vi una propaganda “detestable” acerca de la promoción de un concurso de modelos en México. Las imágenes muestran a dos mujeres hermosas golpeándose; tirándose de los cabellos, arrojándose en una fuente, y un lema muy peculiar: “una modelo no es nada sin competencia.”
Me quedé reflexionando sobre lo que vi y me pregunté primero ¿Cuál es la necesidad de mostrar la competencia a través de la violencia? ¿No suceden demasiadas cosas en nuestro país para apelar a la violencia física como herramienta publicitaria? ¿Qué crees que aprenden las niñas con esto? ¿Qué mensaje erróneo estamos, como sociedad, trasmitiendo?
Por otro lado, me quedé pensando, ¿qué tal si la próxima vez eligen a dos modelos apoyándose a entrar al casting, peinándose, prestándose ropa? ¿Por qué no vender la idea del paradigma ganar-ganar? ¿Por qué no atrevernos a jugar en equipo aún con nuestro competidor?
Porque más allá y más acá del comercial, el mensaje latente en el inconsciente colectivo es que, para ganar, yo tengo que aplastar o vencer al otro; en lugar de entender que, para ganar, yo tengo que ser y hacer mi 100%; esforzarme las veces que sean necesarias, aprender, estudiar, dar de mí sin miedo, pararme en el amor, irradiar posibilidades, ser una posibilidad para el mundo.
Escrito por: Chuchi González