Belleza

Cómo apreciar la belleza en lugar de envidiarla

como-apreciar-la-belleza-en-lugar-de-envidiarlaPor: Vivian Diller*

Leslie, una abogada de 30 años, entró a su primera junta de asociados y volteó cabezas. Ella tenía una tendencia a llamar la atención—con su estatura de 1.73, figura y estilo—entonces ese día no fue la excepción. Preocupada por el caso que pensaba presentar, Leslie se sintió motivada por las reacciones que percibió en la habitación. Un compañero se levantó para estrechar su mano y otro le preguntó si quería algo de agua. La mayoría parecía agradecer su presencia. Dos tercios de los asociados eran hombres. Todos eran mayores que Leslie por lo menos 5 años.

Ya sea por su belleza natural, su aire de confianza o sentido del estilo, algunas personas simplemente tienen “eso”, la habilidad de atraer la atención de forma positiva. ¿Por qué sucede eso? ¿Puede mantenerse de por vida? ¿Y cómo nos hace sentir—ya sea que lo tengamos o no?

La socióloga de Harvard, la Dra. Nancy Etcoff, remonta la habilidad de obtener la atención de otras personas a sus raíces biológicas. En “La Supervivencia del más Bello”, explica el caso de que nosotros—tanto hombres como mujeres—estamos programados genéticamente para ser atraídos por una buena apariencia física. Por cientos de miles de años, dice, los hombres han encontrado atractivas a las mujeres jóvenes y voluptuosas porque son signos de potencial fertilidad y fecundidad. Las mujeres se sienten atraídas por los hombres altos, morenos y varoniles porque estas cualidades sugieren virilidad, fuerza y la habilidad de proteger a una familia. “Lo que es biológicamente ventajoso,” escribe, “se ha vuelto nuestra preferencia estética”.

La antropóloga y experta en comportamiento humano, la Dra. Helen Fischer, ofrece evidencia neurocientífica que apoya esta conducta. Ella examinó radiografías de cerebros de sujetos expuestos a un imaginario visual durante varias etapas de amor y atracción. Aunque hubo diferencias entre los resultados de hombres y mujeres, ambos mostraban mayor actividad después de ver estímulos atractivos en lugar de poco atractivos. La atracción interpersonal, según concluye Fisher, no es solamente medible, sino también es un fenómeno neurológico.

Y esta atracción por la belleza comienza en las primeras etapas de la vida. Un estudio del psicólogo del desarrollo, el Dr. Alan Slater, demostró que los bebés observan más tiempo a los rostros con rasgos simétricos, ojos grandes separados en caras más redondas y menos angulosas—una preferencia que parece atravesar razas y culturas. Aunque podríamos esperar que la apariencia física importara más en los países desarrollados donde hay gran influencia de los medios de comunicación, los hallazgos muestran que se le da mayor valor a la belleza física en las áreas socioeconómicamente afectadas porque se le relaciona con la salud y la longevidad.

¿La cruda verdad? La belleza es injusta. Las personas que nacen con un grupo particular de genes, que son saludables, que tienen buenos hábitos de higiene y que desarrollan habilidades sociales tienen mayores posibilidades de ser adultos con “esa” cualidad. Y aunque una sin la otra no garantiza el mismo resultado, la afortunada combinación genera ventajas mesurables en la vida que son obtenidas sin mérito alguno.

Daniel Hamermesh, autor de “La belleza paga”, examinó los beneficios económicos del atractivo físico. Las personas atractivas, dice, son contratadas más rápido, mejor pagadas y generan mayores beneficios económicos en las compañías en las que trabajan. Incluso en los trabajos en los que pensaríamos que los atributos físicos no tienen un rol importante, la belleza conlleva mayores recompensas financieras. Por ejemplo, los quarterbacks de la NFL con una apariencia común—sí, los hay—ganan menos que sus contrapartes atractivos, a pesar de tener las mismas yardas corridas y los mismos años en la liga. De acuerdo con la investigación de Hamermesh, las personas atractivas ganan, en promedio, entre tres y cuatro por ciento más que una persona con una apariencia por debajo del promedio, sumando aproximadamente 230 mil dólares en una vida.

Por si eso no fuera suficiente, las personas atractivas también reciben sentencias de prisión menores y pasan menos dificultades consiguiendo un préstamo que la gente normal, según reporta The Economist en “La línea de la belleza”. Ellos descubrieron que “en América, hay más personas que se han sentido discriminaas por su apariencia, más que por su edad, raza o etnia.” La profesora de leyes de Stanford, Deborah Rhode, enfoca esta inequidad desde la perspectiva legal. En “La parcialidad de la belleza”, ella escribe que la discriminación por apariencia personal debería ser vetada. Apunta hacia las consecuencias negativas de lo que algunos llaman, “guapismo”, diciendo que se gasta mucho tiempo y dinero para deshacer esta predilección—citando la obsesión de nuestra cultura con la moda, los cosméticos y la cirugía plástica.

La revista Newsweek reportó en “La ventaja de la belleza” que el 57% de los jefes de reclutamiento encuestados creen que los candidatos calificados, pero poco atractivos, tienen mayores dificultades para encontrar trabajo. Y más de la mitad de estos jefes de reclutamiento aconsejaron, tanto a hombres y mujeres, “tomarse el mismo tiempo y dinero que gastan en perfeccionar su CV, para asegurarse de verse lo mejor posible.” El New York Times añadió en “Subir la escalera profesional, con el labial a la mano”, que la cantidad adecuada de maquillaje puede ayudar a aquellos que no son atractivos naturalmente a verse más capaces y cooperativos. Para quienes buscan un trabajo y que quieren ir más arriba, siembre estará la cornucopia de procedimientos cosméticos para ayudarlos. Es una tendencia que ha crecido a un paso terroríficamente rápido—de 446% en los últimos 15 años. El uso de estos procedimientos se está volviendo más común como un medio para seguir siendo competitivo, no solamente en lo personal, sino también en lo profesional. A pesar de los cambios que trajo el movimiento feminista, la apariencia física sigue siendo clave para una auto-imagen positiva en el mundo de hoy.

Si la belleza y sus recompensas son menos vistas como un mal social, y más como una realidad interpersonal, ¿podemos aprender a reconocerla, en lugar de envidiarla? ¿Podemos obtener el placer de la belleza para nuestros sentidos—de la misma forma que hacemos con el arte, la danza o la música—aunque esté repartida desigualmente? Muchos de nosotros disfrutamos viendo a los artistas talentosos y atletas sin ser víctimas de los celos, entonces ¿por qué no hacer lo mismo con aquellos que tienen belleza? ¿La respuesta? Quitemos lo verde de la envidia, veamos más allá de nuestros valores igualitarios, y aceptemos la poderosa, aunque injusta, influencia de la belleza.

Esto, por supuesto, no significa que debamos rendirnos en vista de nuestro poco o mucho atractivo. Tal vez no todos nacemos con rasgos simétricos y hermosos—los que hacen reír a los bebés y encienden los cerebros de los adultos—pero seguramente podemos encontrar otras maneras de sentirnos atractivos para nosotros y para otros. Claramente nos sentimos atraídos hacia nuestras parejas, aunque tal vez no sean bellezas clásicas. (Nótese que los escaneos de la Dra. Fisher mostraron mayor actividad cerebral cuando vemos a nuestros seres amados—¡sean o no atractivos para otros!). Y admiramos a nuestros hijos que son menos que perfectos, pues los vemos hermosos sin importar sus rasgos físicos. Seguramente podemos encontrar la belleza en nosotros mismos—y educar a nuestros hijos e hijas para que la encuentren también—incluso si nuestros espejos nos dicen que nos vemos distintos a los chicos y chicas con “eso” que salen en los medios de comunicación.

Y no olvidemos que los íconos de la belleza actual pueden terminar siendo los “fueron” del mañana si no hay nada más que lindos rasgos detrás de su atractivo. Leslie y otros como ella pueden estar bendecidos con las ventajas que yacen en la raíz de la biología humana y la antropología, pero sabemos que las cabezas se vuelven por cierto tiempo. Todos envejecemos, y cuando lo hacemos, tenemos que encontrar cualidades que nos hagan sentir atractivos debajo de la superficie y más allá de nuestra apariencia joven.

Si aceptamos la distribución no democrática de los valores físicos, y nos sentimos agradecidos por los que tenemos, podemos admirar a las Leslies del mundo—cuando entran a las habitaciones, en la calle, en la televisión o pantallas de cine. La analista jungiana, Dr. Arlene Landau, los describe como nuestra versión actualizada de la Afrodita Dorada, cuyo atractivo ha sido mitológico desde la antigüedad griega. Sin duda, el poder de “eso” seguirá en el mundo y en los años venideros. Pero para los hombres y mujeres comunes, lo que realmente importa es saber que la belleza propia—experimentada por dentro y con todas sus imperfecciones—es la que dura toda la vida.

¿Has pasado alguna situación de discriminación por belleza? ¿O has disfrutado de sus ventajas? Dinos qué piensas sobre este tema.

LibroFaceIt*Vivian Diller es psicóloga, bailarina profesional y modelo. Conocida por sus artículos de belleza, envejecimiento, medios, modelos y bailarinas. Es autora del libro Face It: What Women Really Feel As Their Looks Change una guía psicológica para ayudar a las mujeres a lidiar con sus emociones respecto al cambio en su apariencia.

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