Bienestar

¿Cómo saber si alguien es auténtico?

como-saber-si-alguien-es-autenticoLo auténtico, ¿importa todavía?

Escrito por: Vivian Diller

¿Hay alguien más que esté cuestionando la autenticidad estos días? ¿Acaso la duda de lo que es “real” y lo “mejorado” interfiere con la confianza que teníamos en la gente que admiramos y aplaudimos?

Me puse a pensar sobre esto hace poco mientras veía un juego de los Yankees. Normalmente soy una fan entusiasta cada vez que juegan, y me emocioné cuando Bartolo Colon estaba a tres outs de pitchear su primer juego completo desde el 2006. Colon tiene 38 años, no es joven para ser jugador de béisbol. Fue ganador del Cy Young hace un tiempo, y está disfrutando un renacimiento esta temporada, regresando de daños a ligamentos y de un hombro roto—lesiones con las que me identifico a mis 57 años.

Yo lo apoyaba, de una fan que envejece a un jugador que también pasa por lo mismo. Pero ahí, en la novena entrada, un destello de duda atravesó mi mente, ese sentimiento que he tenido mucho últimamente. No se trataba del pitcheo, sino de la autenticidad de su rendimiento. Pensé: “¿Es real?” ¿Podría confiar en que su bola rápida de 92mph es de su propia cosecha?

Me molestó que mis dudas interfirieran con el placer puro de observar su actuación. Estaba consciente de que el hombro reconstruido de Colon había estado bajo escrutinio por posible uso de hormonas del crecimiento (una de las muchas sustancias prohibidas en los deportes profesionales). Sus doctores describieron una técnica novedosa que utiliza células madre en la cirugía, lo que levantó ciertas sospechas sobre la legalidad de sus resultados. También he estado siguiendo a los medios sobre otros casos de dopaje en atletas de élite—McGuire, Armostrong y Pacquiao, por nombrar algunos. Aunque Colon fue declarado limpio de sustancias que mejoran el rendimiento, fue difícil silenciar mi desconfianza.

Lo que realmente me molestaba era que mi batalla con la autenticidad va más allá de los deportes. Me di cuenta durante la graduación de la universidad de mi hijo. Observé a miles de estudiantes recibir sus diplomas, uno por uno caminando con orgullo al podio con sonrisas enormes, apretones de manos y abrazos. Cuando nombraron los honores—Cum Laude, Magna Cum Laude, Summa Cum Laude—aplaudí sus logros, al igual que hice con los strike-outs de Colon. Y de nuevo, me encontré dudando: ¿Eran reales sus logros? ¿Cuántos de estos chicos utilizaron sustancias que mejoran la capacidad de estudio—como Adderall y Ritalin—para obtener estos honores?

Yo trabajo con pacientes de edad universitaria en mi práctica de psicoterapia, así que conozco muchos casos de uso de sustancias prescritas a sus amigos para fines de estudio. Estudiantes de preparatoria y universidad me dicen que confían en los medicamentos para el Déficit de Atención para trabajar en sus proyectos y prepararse para los exámenes. Estudios recientes muestran que hay un abuso considerable en estudiantes de entre 18 y 22 años, con uno de cada diez afirmando que dependen de estas sustancias para hacer el trabajo.

Estos “compañeros de estudio” (como se les llama coloquialmente a estos medicamentos) son utilizados por los estudiantes, tengan o no un diagnóstico de problemas de aprendizaje, un hecho que no pude ignorar en la graduación de mi hijo. ¿Cuántos de esos Summa Cum Laudes hubieran obtenido sus honores sin la ayuda de estimulantes? Probablemente nunca lo sabremos.

¿Y qué hay del tema de la autenticidad en el departamento de imagen? Con el “airbrush”, el Photoshop y la cirugía plástica, es difícil creer que la apariencia de nadie sea real todavía—en pantalla o fuera de ella. Recuerdo haber visto los Globos de Oro hace unos meses, tratando de enfocarme en el trabajo por el que cada actor era reconocido. En lugar de eso, estuve observando el “trabajo” que les habían hecho, posiblemente, en sus caras.

Me emocioné al ver a Annette Bening recibiendo el premio a Mejor Actriz, no solo por su logro en el filme, sino por lo bella que se veía a sus 55 años. Ahí estaba de nuevo, mi duda: ¿Era auténtica su belleza? ¿Había logrado evitar, milagrosamente, los esfuerzos anti-edad que han destruido los rostros de sus compañeras? ¿O simplemente lo había hecho discretamente?

En mi práctica tengo pacientes hombres que me dicen que cuando conocen a una mujer estos días, uno de sus primeros pensamientos es “Sus senos, ¿serán reales?” Entre más jóvenes, es más frecuente que asuman que sus novias tienen implantes. A veces dicen que no les gusta la apariencia plástica, pero los senos grandes comienzan a ser un requisito. Una mujer con la que trabajé me dijo que su prometido le había dado un regalo—una visita al cirujano plástico para aumentarse el busto. Él quería doble D. Se quedaron en D. Estaban felices con los resultados, pero no me sorprendería escuchar de ellos en el futuro para una terapia marital.

Hay dudas sobre la apariencia de los hombres también. Las mujeres me dicen que se preguntan si sus compañeros serían calvos si no existiera el Propecia o el Rogaine. Otras cuestionan el vigor sexual de su prospecto. Especulan sobre si es su propio atractivo sexual lo que los excita, o si es el Viagra o el Cialis lo que los ayudan a “durar toda la noche”.

Tristemente, esta lista sigue: la gente se pregunta si sus amigos se ven bien porque tomaron unas vacaciones relajantes o porque se hicieron un estiramiento de piel. Se preguntan si esos cuerpos mejorados son el resultado de una dieta y ejercicio o de una liposucción. ¿Peinados grandiosos o extensiones de cabello? ¿Pestañas gruesas o crecimiento inducido por medicamentos? ¿Dónde está la línea? La siguiente generación, ¿podrá entender la diferencia? ¿Importa, acaso?

Imagínate recibir un reloj de joyería que resulta ser una imitación; tal vez te lo dieron en una caja de Cartier como si fuera una pieza original de la reconocida marca. ¿Nos enojaría el engaño, la falta de integridad? ¿Podríamos disfrutar más de un regalo defectuoso pero genuino en lugar de uno que se ve perfecto pero que no es real? ¿Por qué no nos molesta más la creciente falta de autenticidad que nos rodea?

Bill James, un historiador y estadista de deportes pensó que tenía la respuesta a esta pregunta, al menos en términos de la tendencia que hay en el béisbol.

Si vemos a futuro, podemos prever con confianza un momento en el que todo el mundo usará esteroides o sus descendientes farmacéuticos. Aprenderemos a controlar los riesgos a la salud que atañen estas drogas o desarrollaremos alternativas. Cuando esto suceda, la gente vivirá 200 o 300 o 1000 años, y los doctores comenzarán a prescribir estas drogas rutinariamente para ayudarte a vivir hasta esa edad.

Si ves a futuro, unos 40 o 50 años, creo que es muy posible que cada ciudadano tome pastillas anti-edad todos los días. ¿Cómo verán—estas personas que toman esteroides rutinariamente—a los jugadores de béisbol que los usaron? Los verán como pioneros. Mirarán hacia atrás y dirán “¿Y qué?”

Me gustaría creer que hay algunas áreas de la vida que seguirán libres de esta creciente tendencia. Como terapeuta, mi trabajo se enfoca en ayudar a las personas a descubrir y disfrutar sus verdaderos Yo. Me consuela la idea de que la medicina moderna no puede, realmente, alterar nuestro carácter y personalidades. Al menos, aún no.

Los procedimientos innovadores podrían prolongar nuestra salud. Las pastillas pueden ayudar con algunos problemas emocionales. Pero al final, no es posible enriquecer o mejorar quién somos como individuo sin trabajarlo nosotros mismos desde adentro.

La autenticidad es una palabra que se escucha mucho estos días; algunos dicen que está en boga. Pero su valor podría ser cosa del pasado en los años que vienen si no aprendemos a apreciarla desde ahora.

¿Hay algo auténtico que realmente te importe? ¿Cómo sugieres que conservemos su valor?

LibroFaceIt*Vivian Diller es psicóloga, bailarina profesional y modelo. Conocida por sus artículos de belleza, envejecimiento, medios, modelos y bailarinas. Es autora del libro Face It: What Women Really Feel As Their Looks Change una guía psicológica para ayudar a las mujeres a lidiar con sus emociones respecto al cambio en su apariencia.

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