¿Cómo sabemos si estamos rescatando y resolviéndole la vida a los demás o si estamos ayudando de buena voluntad?
Esta manifestación es muy común. Karpman nos describe en su triángulo los tres pasos que se dan en este tipo de relación: rescatar, perseguir y convertirse en víctima.
Esto lo hemos visto repetirse una y otra vez. Pareciera que estas personas trajeran un letrero que dijera lo siguiente:
“Somos los que rescatamos, nos encargamos de cuidar a todo el mundo. No sólo cuidamos de los nuestros, sino que somos quienes ayudamos a toda la gente necesitada que encontramos a nuestro paso” “se atienden todas las necesidades, de día y de noche, gratis”.
“Tu problema es el mío”.
La mentira que vive el rescatador es que cree que todo esto lo hace por generosidad, cuando realmente lo hace porque quiere ganarse el amor. Y mientras lo haga, seguirá metido en relaciones donde uno da todo y el otro lo recibe todo.
Rescatar es quitarle al otro su responsabilidad y evitarle pensar, tomar decisiones, crecer y madurar. El rescatador o Mesías es aquel que carga sobre sus hombros en forma obsesiva la responsabilidad de la vida de otro.
El instrumento de un Poder Superior, por el contrario se sabe solo “puente”. El rescatador se obsesiona por solucionar los problemas de otros, desconoce sus propias necesidades y, por lo mismo, es incapaz de expresar sus verdaderos sentimientos.
Es importante buscar la forma adecuada para ayudar en cada caso, pues no toda ayuda es positiva para el que la recibe, ni para el que la da. Una persona que ayuda de manera destructiva parte de la base de que si ella no ayuda “nadie lo hará”, se siente indispensable. Además, actúa como si la necesidad del otro estuviera siempre por encima de cualquiera de sus propias y legítimas necesidades. En el fondo, ni siquiera reconoce que tiene necesidades.
Ayudar en forma destructiva, lleva aparejados los siguientes sentimientos: urgencia para lograr algo, lástima, culpa, superioridad, extrema responsabilidad por la persona en cuestión, sensación de mayor competencia que la persona que es ayudada, resentimiento, miedo, etc. También es común sentir que la persona a la cual se ayuda es incapaz de resolver su propio problema.
Por lo general en el rescate se hace ó se le da a otro lo que inconscientemente se quiere ó se necesita para uno.
Reflexión y análisis para la semana
1. ¿Cómo te sientes cuando la persona a la que has ayudado no te lo agradece o no sigue tus consejos?
2. Enumera lo que tú consideras que son tus responsabilidades. Hazlo en relación con tu trabajo, tus hijos, tus amigos y tu pareja. Después ve cuáles responsabilidades pertenecen a otros; sihay responsabilidades compartidas. ¿Qué tanto tomas responsabilidades que no te corresponden? o ¿qué tanto no agarras las tuyas?.
3. Ponte en contacto con los sentimientos que ha despertado en ti el hecho de asumir las responsabilidades ajenas.
4. ¿Cuándo ayudas a alguien te olvidas completamente de ti?
5. Has sentido que dedicas tu vida a ayudar a tus amigos, familia, etc. y resientes que nadie se preocupe por ti. ¿Ayudas solo cuando te lo piden o te ofreces aunque no te lo estén pidiendo? ¿Te molesta haber ayudado a alguien a salir de un problema y que vuelva a caer en lo mismo?
6. Hay personas que dependen de ti para tomar decisiones propias. ¿Cómo te hace sentir eso?
7. El rescatador se obsesiona por solucionar los problemas de los otros y desconoce sus propias necesidades. Haz una lista de todas tus necesidades actuales (físicas, materiales, espirituales, emocionales) y examina que estas haciendo para atenderlas.
Escrito por: Martha Isabel Morales