Muchos de nosotros hemos experimentado en algún momento la sensación de que no sabemos hacia dónde vamos, no tenemos idea de lo que queremos y no le vemos sentido a nuestra existencia. Esto no tiene por qué ser así, pues nosotros podemos elegir nuestros pasos y llegar hasta donde queramos.
Despertamos, nos arreglamos, vamos al trabajo, regresamos y dormimos. En el ínter nos alimentamos. Vivimos por inercia, sin tener control real de lo que nos pasa. Mucho se habla de hacer un “Plan de vida”, pero si los planes nunca salen como los queremos ¿entonces para qué hacerlo?
Al menos en lo que a mí respecta, no se trata de una lista de “cosas por hacer” para que algo suceda o se consiga. Yo sé que los planes tienden a necesitar modificaciones a medio camino, no es como una operación matemática en la que dos y dos dan como resultado forzoso cuatro.
El ejercicio de planear tiene como fin mantener tu mente enfocada en tus metas y objetivos. Así, aunque tengas que modificar a la mitad, no pierdes ese enfoque y te mantienes firme en tus convicciones. ¿Entonces cómo hago mi plan de vida?
Hay tres cosas que debes considerar: Tus necesidades, tus valores y tus objetivos.
¿Qué necesito?
Aquí funciona muy bien utilizar la pirámide de Maslow. En su libro “Una teoría sobre la motivación humana”, Abraham Maslow habla de que todos tenemos diferentes categorías de necesidades que cubrir, y cada categoría se encuentra en una posición distinta de prioridad.
Primero están las necesidades fisiológicas (alimento, vestido, salud, etc.). Le siguen, en orden de importancia las necesidades de seguridad (empleo, familia), afiliación, (relaciones sociales, amor, amistad), estima (confianza, reconocimiento) y finalmente autorrealización (creatividad, éxito). Si no están cubiertas las necesidades de una categoría, en esta teoría, no se puede aspirar a cubrir las del nivel que se encuentra por encima.
Analizar tu actual situación a partir de este modelo te podría ser útil para evaluar hacia dónde debes y quieres dirigir tus objetivos. Te da una idea de dónde te encuentras ahora, para que puedas decidir hacia dónde quieres ir y qué te hace falta para llegar allí.
¿Qué estás dispuesta a hacer?
En este apartado debes hacer un autoanálisis de tus principios fundamentales y tus valores personales. El psico-sociólogo Shalom Schwartz define los valores como “las convicciones personales que tenemos acerca de lo que es importante y deseable”. Es importante conocerlos porque así obtenemos cuatro beneficios:
- Nos volvemos mucho más conscientes de nuestros actos
- Tenemos una base a partir de la cual podemos tomar decisiones acordes a nuestra ética personal, desarrollando menos conflictos y evitando caer en incongruencias.
- Aprendemos a priorizar nuestras acciones
- Obtenemos credibilidad
Con esto en mente, podrás elaborar un plan de vida con el que te sientas cómoda interiormente, y te será más fácil atenerte a él para conseguir lo que quieres.
Plantear los objetivos
Ahora que tienes las bases, puedes hacerte las siguientes preguntas. Las respuestas son un bosquejo de lo que quieres lograr en la vida, y a partir de eso puedes ir deshilando. Separa por categorías o prioridades. Haz tu lista general y luego una lista con objetivos más pequeños, a corto, mediano y largo plazo.
¿Cuál es lo que te apasiona más en la vida?
¿Cómo quieres vivir a futuro (en 1 año, 5 o 10)?
¿Qué quieres para tus seres queridos (esposa, hijos, amigos, etc.)?
¿Qué quieres para ti y qué no?
¿Cómo quieres sentirte al mirar atrás al final de tu vida?
¿Cómo quieres que te recuerden cuándo ya no estés?
Finalmente, recuerda que lo más importante es poner manos a la obra. El autor de “El Principito” nos dijo que un objetivo sin planeación es sólo un deseo, pero un plan que no se lleva a la acción es un auténtico desperdicio. No esperes el momento correcto, ¡vence el temor y actúa!
Escrito por: Nahiely Aquino