La crisis de la mediana edad: ¿mito engañoso o realidad en busca de un nuevo nombre?
Escrito por: Vivian Diller*
Originalmente fue utilizado por los psicólogos para describir una transición en el desarrollo de los adultos; en la actualidad, la crisis de la mediana edad se asocia a un hombre de 40 años que se consigue una novia joven y conduce su nuevo auto deportivo, o a una mujer, de la misma edad que se reinventa: actualiza su armario y a veces se compra un rostro nuevo.
¿Será un mito? ¿Será una excusa para ceder a los impulsos, portarse mal y someterse a transformaciones inverosímiles? ¿O será en realidad una necesidad de cambiar las reglas del juego debido a los cambios recientes en la cultura contemporánea?
El primero en identificarlo fue Elliot Jacques en 1965, pero el término “crisis de la mediana edad” se popularizó cuando lo empezaron a utilizar los freudianos. Entre ellos está Carl Jung, quién lo describió como una parte natural de la maduración adulta –el momento en que las personas hacen un balance de sus vidas. Lo colocó entre la adultez y el final de la vida.
Erik Eriksson, el teórico que postuló las 8 etapas del desarrollo, lo explicó como una transición dentro de la etapa que él llamó la “adultez media”—que es cuando las personas se hacen preguntas sobre su propósito en la vida y el significado de su existencia. Con los ajustes necesarios en la mediana edad, el creía que las personas podrían alcanzar la satisfacción a largo plazo en la etapa que se llama “adultez tardía”.
Aunque se le considera una transición normal en el desarrollo de los adultos, los psicólogos creen que suele empezar con un abrumador momento en que decimos “oh, oh”—cuando nos damos cuenta de que la vida nos está rebasando. Aquellos que han hecho elecciones poco satisfactorias se sienten particularmente afligidos, pues se dan cuenta de que queda menos tiempo. Reflexionan hacia el pasado y se encuentran con objetivos no logrados, riesgos que no tomaron y listas de cosas que deben hacer antes de morir y que no han hecho.
Surge la confusión, las dudas, el aburrimiento y el enojo. Suele haber un deseo de volver a ser joven y vivir la vida de nuevo. A veces, hay reacciones más extremas, incluyendo síntomas de depresión, ansiedad, abuso del alcohol y las drogas, y se busca el alivio en la terapia psicológica o los medicamentos.
Recientemente, los investigadores han cuestionado la validez de una verdadera crisis de la mediana edad, preguntándose si no es engañoso atribuir este dilema a una edad en particular. Algunos piensan que las personas –a diversas edades y por razones variables (enfermedad crónica, pérdida de los padres o el cónyuge, estabilidad financiera)—reflexionan sobre su vida y se preguntan: “¿Qué sigue?”.
Otros se preguntan si la angustia de la mediana edad es en verdad una crisis –una experiencia repentina, en la que la persona parece cambiar de la noche a la mañana. O tal vez sea una respuesta emocional al estrés acumulado –matrimonios infelices, poca satisfacción laboral y problemas financieros.
También hay un debate sobre si esta crisis tiene una base biológica o una ambiental, con algunos que piensan que es desencadenada por los signos de la edad –la pérdida de potencia en los hombres y el final de los años reproductivos en las mujeres.
Esto me trae de vuelta al asunto más intrigante: ¿Cómo han influido los cambios en nuestra cultura en la forma que contemplamos la crisis de la mediana edad? Específicamente, ¿el que vivamos más y nuestras expectativas actuales le dan un nuevo significado al término? Mi respuesta es que sí.
No solamente necesitamos cambiarle el nombre a este fenómeno para que describa con precisión lo que está pasando hoy en día, sino que al hacerlo, debe permitirnos resolverlo mejor cuando nos pase a nosotros lo veamos en otras personas. Aquí van tres razones para cambiarle el nombre a la crisis de la mediana edad.
Mayor expectativa de vida
Sin duda, nuestra expectativa de vida es más larga, lo que significa que hay que ajustar el punto intermedio –piensa la diferencia entre “El Gran Gatsby” y “Grandes Esperanzas”. Cuando Jung estudió la crisis de la mediana edad por primera vez, la situó alrededor de los 40, y luego la consideró el intermedio entre la adultez y el final de la vida. Con la expectativa de vida cambiando de 55 a 78 años, y con gente que vive hasta 80 o 90 (y más conforme pasa el tiempo), la mediana edad actual podría ubicarse entre los 55 y los 60.
Es interesante que, aunque el intermedio se ha desplazado, los momentos de “oh oh” no lo han hecho. Los psicólogos han encontrado que estos momentos de conciencia aparecen a las mismas edades que hace varias décadas, cuando las personas llegan a los 40.
Hay dos posibles explicaciones para esto. Primero, los signos de la edad siguen apareciendo alrededor de los 40 –canas, calvicie, arrugas y menor resistencia, agudeza visual y libido. Es posible también que la conciencia de estos cambios se haya acentuado por nuestra cultura obsesionada con la juventud y la belleza. Escribí sobre esto en “Muy joven para lucir vieja”.
Los momentos de “oh oh” están llegando más pronto, algunos dicen que entre los 30 y los 35 (el grupo que compone el 30% de usuarios de bótox). Con la angustia de envejecer apareciendo a edades cada vez más jóvenes, y los años que le siguen estirándose más y más, tenemos una tormenta perfecta: una cultura que nos programa para tener una crisis en algún momento.
La gente se detiene súbitamente, mira hacia atrás y luego hacia delante y se pregunta: “¿Quiero vivir mi vida con las elecciones que he hecho? ¿Podré seguir siendo útil, permanecer a la vista de todos y sentirme satisfecha por los próximos 50 o 60 años si sigo así?” Claramente, esto no es la misma crisis de la mediana edad que los psicoanalistas identificaron años atrás. Pero la crisis no solamente existe –estamos viendo más y más gente batallar con ella.
Expectativas de felicidad
Hasta ahora, el principal propósito de trabajar y del matrimonio era formar y criar una familia. La realización y la felicidad tenían un rol secundario. John Jacobs, autor de “Sólo se necesita amor y otras mentiras del matrimonio” dice que “Estamos abrumados por la noción de que nuestro trabajo y los matrimonios nos darán gratificación significativa y contribuirán dramáticamente a la felicidad personal y emocional”. Si la frustración y la insatisfacción se asumían como una parte más de estos compromisos de vida, actualmente son casi intolerables. “Encontrar la felicidad,” dice Jacobs, “se ha convertido en la expectativa por defecto”.
Añade a esto que ahora sabemos que hay muchas más opciones disponibles cuando la insatisfacción llega. Los terapeutas ven a hombres y mujeres que, en el pasado, hubieran seguido en el mismo trabajo y relación toda su vida, aunque no estuvieran satisfechos. Recuerda que toda una vida era más corta entonces.
Ahora se quieren salir. Aún con la crisis económica actual, los trabajos son abandonados. Y uno de cada dos matrimonios termina en divorcio. Conforme la gente se da cuenta de que le quedan 30, 40, incluso 50 años por delante, la oportunidad de alcanzar una mayor satisfacción es una fuerza impulsora (o fantasía) y una muy difícil de resistir.
Cambio de roles
La imagen convencional de un hombre de mediana edad, que deja a su familia para irse a la aventura o al escandaloso affair, es tanto o más cliché como la idea de una mujer que reemplaza su nido vacío con una mecedora para tejer la ropita de sus nietos. Los escenarios que fueron lugar común en 1950 y los 60 simplemente ya no aplican.
Las mujeres en la actualidad conforman la mayoría de la fuerza de trabajo, no sólo para mantenerse a sí mismas, sino también a sus familias, ya que los hombres pierden sus trabajos más rápido desde que empezó la crisis económica. Aproximadamente, el 25% de las esposas ganan más que sus maridos. Claramente, algunas mujeres aspiran a los cambios de vida que, antes, solamente sus contrapartes masculinas podían.
Y no olvidemos que cada vez más hombres se involucran en la crianza de los hijos en la actualidad, con algunos que eligen convertirse en papás de casa. Estos no son el tipo de hombres que se escapan para una aventura de la mediana edad sin recelos por separarse de sus hijos. Tampoco pueden contar con que sus compañeras (o próximas ex compañeras) cuidarán el nido que ellos abandonaron.
En cualquier caso, las estadísticas muestran que las mujeres son tan infieles como los hombres hoy en día, con un 45-55% de mujeres casadas, y 50-60% de hombres teniendo aventuras extramaritales. Añade el hecho de que dos de cada tres divorcios son pedidos por las mujeres, y nos damos cuenta de que el modelo tradicional de familia ha cambiado vastamente. Cuando se enfrentan al “oh oh” y al “¿qué sigue?”, hay una mayor oportunidad para hombres y mujeres de hacer un acto de salida, reinventarse y continuar.
Así que, tal vez sea tiempo de reemplazar la tradicional “crisis de la mediana edad” con un nombre nuevo y más apropiado: “La crisis de la madurez emergente”. Aunque la palabra crisis suene demasiado dramática, aquellos que pasan por ella siguen diciendo que es eso exactamente: una crisis. Pero ya no se trata de un evento intermedio, ya que aparece unos 10 años antes del punto medio de la adultez. Tampoco debe seguir siendo visto peyorativamente, equiparándosele a la temeridad y al comportamiento reactivo, como se ha hecho en el pasado.
La buena noticia es que tenemos muchos años por pasar antes de nuestro punto final actual. La mala noticia es que esos años pueden sentirse como una eternidad cuando se vive una existencia infeliz o insatisfecha. Al llamar a esta experiencia la crisis de la “madurez emergente”, podemos verla menos como huir de la vida que conocemos, y más como una sobria experiencia dentro de la adultez madura. Aunque se complique con las muchas opciones que tenemos en nuestra cultura siempre cambiante, este evento puede impulsarnos hacia nuevas posibilidades y segundas oportunidades—o las que hagan falta para hacerlo bien—para alcanzar la satisfacción a largo plazo
En las próximas semanas, seguiré discutiendo esto con un texto que describa los pasos que pueden ayudar a navegar la “crisis de la madurez emergente”. Mientras tanto, dime si conoces a alguien que esté pasando por ella. ¿Crees que es una crisis o una transición? Comparte tus pensamientos para que podamos darle a este fenómeno una identidad más precisa.
*Vivian Diller es psicóloga, bailarina profesional y modelo. . Conocida por sus artículos de belleza, envejecimiento, medios, modelos y bailarinas. Es autora del libro Face It: What Women Really Feel As Their Looks Change una guía psicológica para ayudar a las mujeres a lidiar con sus emociones respecto al cambio en su apariencia.