
Hace tanto tiempo que no escribo, llegué a pensar que la imaginación se había muerto junto con mi padre. Si, hace diez meses que mi papá se fue…y sentí que con él yo también me había ido un poco.
Si ahora me preguntan si la tanatología sirve les contestaré afirmativamente. Gracias a ella, pude vislumbrar la partida, pude despedirme, lo pude dejar ir y pude cumplir con los compromisos, que previamente había contraído, con tranquilidad.
En los primeros días pensaba: he leído, estudiado las etapas del duelo y qué hago con este dolor que me consume el alma. ¿De qué me sirve? Ahora sé, que me sirvió y me sirve para saber qué terreno piso, poder comprenderme y comprender a los demás con sus pérdidas, aprender a vivir con un recuerdo que no lastima ni llena de sufrimiento.
Este pequeño escrito lo dedico en especial para todos aquellos que están atravesando por el difícil camino de las pérdidas o el camino de las lágrimas como lo llama Jorge Bucay cuyo libro les recomiendo ampliamente como ayuda y apoyo en este tránsito de la vida.
El duelo y sus etapas
Más que una lista didáctica del duelo y sus etapas les brindo un resumen hecho desde la vivencia, desde el corazón:1.- La noticia. Ante la muerte de un ser querido ya sea esperada o inesperada se habilita el mecanismo de la negación. Sabemos que los acontecimientos están pasando; sin embargo, los vivimos como en una película, como si le pasara a alguien más. Gracias a esto podemos pasar los primeros momentos sin perdernos en el dolor.
2.- Van pasando los días y todavía nos sentimos atontados, quizá algunas personas todavía no puedan empezar a llorar. La vida diaria nos empieza a reiterar una y otra vez que nuestro ser amado ya no está. Habrá quienes deseen que todas las cosas se queden como las dejó el fallecido; otros, querrán empezar a deshacerse o a repartir entre los deudos las pertenencias dejadas.
3.- “¡Estoy tan enojada!” Recuerdo que una de mis primas me llamó, alrededor de una semana después de la muerte de mi papá, para preguntarme cómo estaba. Durante la conversación me platicó sobre su papá y lo mucho que disfrutaba los paseos que daba con él. En ese momento, empecé a sentir un enojo y una rabia tremendos: ¿cómo era posible que ella tuviera papá y yo no?, ¿cómo era posible que el muerto fuera mi padre y no el padre de ella? Cuando me di cuenta de mis pensamientos y de mis sentimientos recordé que una de las etapas del duelo es precisamente la ira. Nos enojamos con todos (hasta con Dios y con el muerto) y por todo, sentimos envidia y rencor.
4.- ¿Qué hago con tanto dolor? Ante esta pregunta sólo les puedo decir que habrá que sentirlo, llorarlo, en fin vivirlo. A mí en lo personal me sirvió y me sirve mucho pintar. Hice acuarelas en las que podía reflejar toda mi aflicción, mi soledad, mi tristeza.
5.- Aceptación. Finalmente el ideal es alcanzar la meta de aceptar que la vida sigue, que las estaciones del año llegan y que nuestra vida debe continuar con un yo comprendido y fortalecido con la enseñanza que las pérdidas nos dan.
Quizá se pregunten en qué voy… les aseguro que todavía no alcanzo la aceptación porque a veces aún mi corazón trata de convencerme que llegaré a casa de mi mamá y lo encontraré con los brazos abiertos para mí. Por ahora sé que voy poco a poco hacia adelante y está bien.
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