Bajar de peso - dietas

Cuando los kilos se van y logras bajar de peso

kilos“¿Por qué subiste tanto de peso?”, me preguntó la mamá de mi mejor amiga, que dicho sea de paso, me conoce desde niña. La primera respuesta que vino a mi mente fue: “pues porque comía mucho”, aunque no me parecía que fuera suficiente y del todo adecuada. “Porque quería llenar un vacío”, finalmente contesté. Como si no hubiera ya superado la etapa de los por qué, mi mente se quedó el resto del día pensando en ese vacío. Hoy quiero escribir de cómo una persona con sobrepeso se mira a sí misma y cómo recibe las miradas de los demás.

Comenzaré por lo exterior. Partamos del principio de que las personas cercanas quieren nuestro bienestar. “Mira esta blusa, la compré inmensa, seguro te quedará bien”, “Eres una mujer muy guapa, pero ya no cenes”, “recuerdo una foto tuya a los quince años  en traje de baño, en donde te veías muy delgadita”, “en la familia somos de constitución más bien delgada”…sinceramente, ¿estas frases pueden ser de personas cercanas que buscan nuestro bienestar? Imagino que en razón de buscar las palabras adecuadas y disimular su preocupación, utilizan frases, aparentemente inofensivas, pero cargadas de un doble mensaje. ¿Cuál es este mensaje?…mira lo gorda que estás y haz algo al respecto. Las personas con sobrepeso entendemos a la perfección este doble mensaje. Lo sabemos, nos vemos diario al espejo y la imagen proyectada no es grata. Y qué decir cuando se tiene que acudir a un compromiso familiar y no se puede usar el mismo vestido de siempre. Es preferible inventar una enfermedad altamente contagiosa o algún accidente de tráfico que no nos permitió llegar. Nada de tomarse fotos, éstas son la evidencia inequívoca de nuestro sobrepeso. En muchos de los eventos sociales, a los cuales me era imposible faltar, estaba más preocupada de dónde estaba el fotógrafo, para que al verlo acercarse, saliera corriendo para el lado contrario y así no habría algún testimonio gráfico de mis vacíos.

No quiero hacer creer que existe una mala y perversa intención en la mirada de los demás, sólo hacerles saber que todo lo que piensan de nuestra constitución física, ya lo sabemos. Lo vivimos a diario, las veinticuatro horas del día, sería simplemente imposible no darse cuenta. Saberlo nos lleva a buscar el efecto anestésico de la comida. Pasado éste, nos invade la culpa de lo ingerido y necesitamos algo que mitigue esa ansiedad de no poder parar de comer.

Si la frase de que “soy una gordita feliz” fuera del todo cierta, México sería un país en franca epidemia de gente contenta. Tampoco existirían los miles de lugares que ofrecen dietas con resultados milagros en poco tiempo. Productos para desvelados, anunciados a las tres de la mañana, que van desde costosos aparatos para el ejercicio físico, hasta jugos “deliciosos” hechos a base de raíz de camote y hierbas milenarias usadas por nuestros ancestros. Fajas que te sacan hasta los ojos y cremas repelentes de cualquier posible momento romántico. Y qué decir de todas las dietas que a lo largo de los años me empeñé- con singular esfuerzo- por romper. Parecía una decidida lucha a muerte, o la dieta o yo, porque el mundo era muy pequeño para ambas. Pastillitas de colores, inyecciones de sustancias incoloras -que disque aminoácidos- gotitas, y, una dieta que recuerdo con especial cariño: comer chicharrón de cerdo todo el día. En fin, una búsqueda incesante en el exterior de lo que no había en mi interior.
Saber hoy que mi principal razón para comer era llenar un vacío no fue una conclusión fácil de alcanzar. Un decidido y comprometido esfuerzo con mi desarrollo emocional ha sido mi mejor dieta. Un recorrido por mi propia historia, la mejor inyección para mi autoestima. He decidido dejar de hacerme daño. Me he reconciliado con las frutas y las verduras, pero sobre todo con la imagen en el espejo. No seré una Barbie, pero sé que mi valor como ser humano hoy, no se mide en kilos.

Escrito por Maricarmen D.J.

Bajar de peso, adelgazar, dieta

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