¡A quitar etiquetas!
Escrito por: Yvonne Armand Villa
A
cabo de regresar del parque. Mientras mi hija corría, me senté en una banca a leer. Atrás de mí había una cancha de basquetbol donde una familia de tres hijos y un perro pasaban la tarde. Como orientadora familiar me encantó la escena. Ahí estaban los papás enseñando a sus hijos a andar en bicicleta, conviviendo en un martes por la tarde.
Me encantó, cómo me hubiera gustado vivir algo así de niña o haberlo podido tener con mis hijas pequeñas. No digo que no lo haya tenido del todo, lo que me llamó la atención es que es un día entre semana, a las 6 de la tarde. Además a mi parecer es algo que hacen con frecuencia.
En fin, ahí estaba yo disfrutando enormemente de la escena. Ya dije que eran tres hijos, dos mujeres y un hombre, el menor. La hija de en medio empezó a tener dificultades para maniobrar con su bicicleta, las ruedas pequeñas de atrás se estaban atorando, en un momento la niña se cayó. Por supuesto que hubo los consiguientes chillidos y las consiguientes explicaciones de los padres, cada uno a su estilo: “no pasa nada”, “tú puedes”, “vamos otra vez”, “no llores”, “ya me hartaste”, “¡escúchame!”, “¡cállate!”, “es que eres una floja”, “sí, eres floja”…
Me llamó mucho la atención esta última frase y recordé que una de mis alumnas me acababa de preguntar la semana anterior acerca de las etiquetas.
Las etiquetas son todos aquellos adjetivos calificativos que prácticamente “les pegamos a las personas”. Tal como si fueran la etiqueta de la ropa, se las cosemos en la espalda y entonces la persona pasa a ser eso: Imagina, “Chuchita es tamaño 9, confeccionada en una mezcla de algodón y poliéster, lavar a mano en agua fría, dejar secar al sol, planchar en temperatura baja”. ¿Verdad que suena chistoso?
Las etiquetas hacen eso: definen a una persona, la limitan, la condenan a ser eso, a actuar según la etiqueta. ¿Qué creen que hizo la niña del parque? Fue una floja, seEl estrés que genera en una persona tener que estar actuando según sus etiquetas es muy alto, no nos deja fluir
convirtió en esa floja de la etiqueta que le pusieron.
¿Cuántas y cuáles etiquetas crees que estás actuando en este momento? La enojona, la llorona, la mandona, la floja, el exigente, el guapo, el chaparro, la fea, el gordo, la actriz, la de la voz melodiosa, la perfecta, el pesimista, el optimista, la pintora, el músico, etc.
Como ya dije las etiquetas son todos los adjetivos calificativos, todos, “buenos y malos”. Las etiquetas nos hacen daño, las etiquetas les hacen daño a nuestros hijos.
Yo te invito a que empieces a ser consciente de todas ellas, en ti y en otros y que empieces a quitarlas y a cambiar tu forma de decirlas.
Uno puede usar estos adjetivos, solamente hay que hacerlo con cuidado de tal manera que afecten en el momento presente y no se queden impregnadas.
Por ejemplo, con la niña del parque se puede decir: en este momento estás teniendo una conducta de flojera, parece que no tienes ganas de hacer esto ahorita. Con este simple cambio, ya no estoy calificando a la niña de floja sino solo su actuar de ese momento, la libero, le doy la posibilidad de ya no actuar así en el futuro, de otra manera la condeno y ella tendrá que actuar así, reforzando algo que en realidad no quiero.
Debo hacer mención especial de que las etiquetas “positivas” tampoco funcionan porque también te limitan y te condenan. Por ejemplo, a alguien que se le dice “eres muy inteligente” difícilmente podrá experimentar su faceta de “tonto” porque ya está declarado que es inteligente. A alguien se le dices: “eres tan bueno, un pan de Dios”, difícilmente podrá experimentar ser “malo”.
El estrés que genera en una persona tener que estar actuando según sus etiquetas es muy alto, no nos deja fluir.
Así que, ¡a quitar etiquetas!
Escrito por: Yvonne Armand Villa