Escrito por: Amanecer Cautiva del Amor
¿Cuánto conoces a tus hijos? Nuestros hijos han sido y serán siempre el motor de nuestra vida, todos nuestros anhelos se concentran en buscar la manera de que haya una relación franca y sincera con ellos, ¿pero realmente llegamos a conocer totalmente a nuestros hijos?
Como padres siempre pensamos en indicarles los límites, pensamos en proveerlos de la mayor orientación posible para que aprendan a solucionar sus propios problemas cuando lleguen a los años adultos, ¿pero nosotros como madres, estamos realmente preparadas para enfrentar sus cambios?
De la misma forma como cuando eran pequeños, cuando son adolescentes nunca terminan de preguntar “¿Por qué?”, la diferencia ahora está en que ya no es suficiente decirles “Porque yo lo digo” o “porque es bueno para ti” para terminar una conversación con ellos.
En la adolescencia necesitan una explicación más amplia a esos “porqués” porque sabemos que en la misma medida que se desarrollan físicamente, también se desarrolla su capacidad de razonamiento, sensación, percepción y memoria.
Miramos a nuestras hijas mujeres que de repente se empiezan a maquillar, se pasan más tiempo frente al espejo que frente a sus libros, y esto nos preocupa. ¿Pero nos hemos fijado que nuestras jóvenes ya tienen acné y no saben cómo enfrentarlo?
Muchas veces nos entra la impaciencia porque los escuchamos quejarse continuamente, o pensamos que no conocen de limites, están siempre distraídos/as no nos escuchan, todo esto podría ser consecuencia de lo poco que conocemos a nuestras(as) hijas(os).
Sin embargo muchas veces nos cuesta descubrirlos como persona, reconocer lo que les apasiona, cuáles son sus temores o a qué o de qué sienten temor, cuál y cómo es su potencial que ha de regir sus vidas en la etapa adulta, en qué destaca más, qué se le hace más difícil, cuáles y cómo son sus sueños y qué espera de sí mismo, de los demás, de la vida y de Dios.
Nos damos cuenta de repente que son más celosos de su intimidad, que buscan, necesitan y exigen su privacidad, mientras que hacer cosas a escondidas es algo diferente y peligroso, al ir creciendo el joven necesita su propio espacio, mismo que nosotros como padres y adultos debemos respetar, muchas veces en un esfuerzo por guiar a nuestros hijos, parece que siempre estamos desaprobando lo que hacen, nos asalta el temor o la pregunta de si estamos ayudando a incrementar su autoestima o si por el contrario se las estamos minando.
Porque tenemos que aceptar que como seres humanos, a nosotros los padres también nos cuesta ser equilibrados. Siempre hay cosas que queremos decirles a nuestros hijos, ¿Cuándo es el tiempo correcto? ¿Cuándo es el tiempo correcto y preciso para hablarles a cerca del amor, del sexo, a cerca de Dios, de sus raíces, sobre todo cómo salir adelante de las diferentes situaciones y vicisitudes?
La mayoría de padres no estamos preparados para los cambios normales de nuestros hijos cuando empiezan la pubertad, se nos hace difícil aceptar que ese niño ya creció, ya no es el niño al que le poníamos la pequeña camiseta con la que lucia hermoso, ya no podemos escoger el color que le quedaba bien para el color de su piel, no podemos más vestir a la nena con sus faldita crinolinas con sus vuelos y encajes. ¡Ahora son los hijos quienes escogen la ropa!
Ahora ya son adultos jóvenes con sus carencias y preguntas como un día lo fuimos nosotros, sin embargo, es de aceptar que las mayores discusiones que con un adolescente se pueden generar es la de hasta dónde darles libertad sin perder la autoridad, si siempre estamos pensando con temor que si les “damos la mano, se tomen el pie”.
Pienso que no importa cuál sea la edad del individuo o del joven, siempre necesitan de reglamentos y nosotros los padres debemos ponerlas y hacerlas respetar con cariño, así mismo, darles su propio espacio y autonomía para que aprendan a tomar sus decisiones propias, recordemos también que no podemos ni debemos confundir la libertad con el libertinaje.
“Debemos enseñar al niño, orientar al joven, para no castigar al adulto” (D. A.)
Fuente: Toda mujer es bella