Escrito por: Chuchi González
La semana anterior hablé del aprendizaje que conlleva la declaración NO, las oportunidades que se abren en nuestra vida cuando podemos decir NO a las situaciones que no queremos para nuestra vida, incluso frente a los “pedidos” de lo que nos aman; poder decir NO decía en ese entonces es establecer un compromiso conmigo mismo de dignidad y auto-respeto.
Hoy hablaré de su antagónico, la declaración de Si, la de aceptación. Y ojo, que no es menos peligroso que el NO, decir “SI” también tiene sus consecuencias.
Desde siempre nos han enseñado que el “Sí” es la respuesta por preferencia, si le decimos a los demás que “sí” estamos demostrando nuestra educación, nuestro respeto a su persona, la tenemos en consideración, etc.
El “SÍ” es la respuesta que se entiende cuando no decimos “NO”, sin embargo ese supuesto es demasiado peligroso, si no decimos NO, no siempre estamos diciendo SI con nuestro silencio.
El “Sí y el No” son monosílabos que constituyen los actos del habla llamados “declaraciones”, es decir que al emitirlo “estoy declarando algo”, “un algo que cambia para siempre el rumbo de la historia”, puesto que las declaraciones “crean mundos o modifican mundos al ser pronunciadas”.
Cada declaración exige por su parte una conducta de nosotros para ser considerada válida; por ejemplo, si yo le digo “Sí a alguien en relación a un trabajo que me pidieron” para que esa aceptación sea válida “el día en qué me comprometí a entregar mi trabajo deberé hacerlo” esa congruencia entre mi decir y mi actuar le dan validez a mi declaración.
Imagínate como se compromete nuestra imagen cada vez que decimos sí. ¿No lo habías notado? El “SÍ” nos abre mundos y nos compromete con otros; y con nosotros mismos. También el “sí” es una herramienta para poder aceptar situaciones que nos suceden y que de otra forma no logramos considerar como posibles en nuestras vidas; pues se corresponde con la actitud de aceptación. “Sí esto está sucediendo, aunque no me guste –incluso aunque me disguste- en lugar de estar en resistencia “Esto no puede estar sucediendo –aun cuando está pasando-.
Aceptar es nada más ni nada menos que Aceptar; dicho en otras palabras, implica apertura, bajar las defensas, y decir “sí”.
Nuestro “sí” también habla de ser RECEPTIVO, es decir que aceptar el recibir que emana del universo y el reconocimiento de las personas que nos rodean. Implica desalojar de nuestra conciencia interna la conversación de “no merecimiento” y simplemente decir “sí”.
¿A cuántas cosas aún no le has dicho SI? ¿Cuántas veces dices mañana haré tal o cual cosa y luego nada? ¿Qué le falta a tu vida? ¿Cuántos “si” están faltando en tu vida ahora mismo que me lees?
Es abrir los brazos a todo lo que nos hemos ganado con nuestro particular andar por la vida; es poder ACEPTAR el amor, las caricias, los proyectos, el dinero, todas las cosas buenas que nos suceden a diario sin cuestionar por qué están sucediendo, sin dudar de que no merecemos eso bueno que está ahí pasando.
El “sí” nos permite asumir compromisos con los demás y nosotros mismos desde una forma “realista y consciente” sin excusas, sin justificaciones. No se trata que lo dejemos al arbitrio de los otros, o del tiempo, asumir el “sí” también implica establecer límites, pues estoy manifestando que “quiero eso para mi vida”, “que lo elijo”, “que soy plenamente consciente de eso que estoy eligiendo”.