Algunos niños se portan de manera agresiva hacia otros niños. Otros se preocupan tanto, que no pueden dormir durante la noche, por lo que durante el día andan irritables y distraídos. Otros comen mucho y tienen sobrepeso. Estos comportamientos son comunes, pero no son normales.
La mayoría de los padres intentan todo lo que se les ocurre para ayudar a sus hijos, pero no siempre tienen buen resultado. Algunos prefieren pensar que es sólo una etapa, que ya pasará. Sin embargo es importante saber que estos niños se han desviado en su proceso de crecimiento emocional y que con ayuda profesional pueden retomar su camino de desarrollo normal.
Por otro lado, hay que mencionar que hay niños que no dan lata, que son tímidos, cuidadosos, quizá excesivamente sensibles o demasiado bien portados. Si bien estos comportamientos pueden ser rasgos de temperamento, es importante distinguir si no son niños que estén sufriendo de manera encubierta una fuerte ansiedad.
En algunos casos el fondo de estos problemas emocionales infantiles son retrasos en el desarrollo o problemas de aprendizaje de origen orgánico que no han sido diagnosticados.
El déficit de atención, por ejemplo, es un trastorno de origen orgánico que cuando no se atiende a tiempo, puede provocar problemas emocionales tales como baja autoestima y ansiedad. La manera de hacer un diagnóstico adecuado es a través de un estudio psicopedagógico completo. La terapia adecuada guía al niño para conseguir un óptimo desarrollo de sus habilidades intelectuales y sociales.
Otras veces el problema que puede haber iniciado con un incidente trivial, empieza a agravarse debido a los intentos de solución del problema. Por ejemplo, cuando un niño tiene dificultades para dormir y sus padres deciden quedarse junto con él o ella para “ayudarlo a dormir”, pero esos momentos se van haciendo cada vez más largos.
Otro ejemplo es cuando los padres intentan disciplinar al niño con castigos, pero cuando ven que los castigos no funcionan, van haciéndolos cada vez más fuertes. O por el contrario, deciden dejar que el niño haga lo que le dé la gana. En los casos en los que los intentos de solución empeoran los problemas, lo indicado el brindar orientación y educación a padres.
Por otro lado, a menudo los síntomas emocionales son el resultado de eventos claramente traumáticos como un accidente, un asalto o la muerte de un miembro de la familia. En estos casos los padres no siempre se dan cuenta de que los síntomas están relacionados con el suceso traumático, ya que usualmente los síntomas aparecen varias semanas después, justo cuando parece que ya se superó.
También hay que mencionar que existen eventos que a los adultos les pueden parecer triviales, pero que pueden ser experimentados por los niños como de vida o muerte. Algunos ejemplos de estos “traumas” son las imágenes en los noticieros y las conversaciones que suceden sin poner atención a que los niños las están escuchando.
Por ejemplo conversaciones acerca de un niño que se ahogó en una alberca o discusiones acerca de un posible divorcio. Otros ejemplos pueden ser una pelea con el mejor amigo o mejor amiga, un examen reprobado o una caída andando en bicicleta. Algunos eventos pueden minar la confianza de un niño en sí mismo incluso tiempo después de que el evento se ha olvidado.
Sin darse cuenta pueden convertirse en ideas disfuncionales: “Soy defectuoso”, “Estoy en riesgo”, “No merezco ser amado”. Para que los niños puedan tener un desarrollo normal, es muy importante que crezcan creyendo y sintiendo como cierto lo siguiente: “Soy querible (digno de ser amado). Merezco recibir cuidados. Soy valioso. Estoy a salvo”.
EMDR es un método a través del cual se procesan las experiencias traumáticas en varios niveles. Partiendo de la creación de un espacio terapéutico en donde la persona (niño o adulto) se siente seguro, se entra en contacto con la experiencia que resultó traumática y se va tomando distancia emocional, de manera que uno es capaz de pensar en lo que sucedió sin tanta ansiedad (esta es la parte de desensibilización).
Asimismo se identifican los pensamientos negativos y se instalan pensamientos más adecuados. Por ejemplo, un niño que presenció el infarto de su abuelita pudiera pensar “soy culpable porque le estaba dando lata”. Los pensamientos adecuados van desde “Yo no causé el infarto” hasta “Ella siempre va a estar en mi corazón.”
Hay que comentar que a lo largo del proceso se pide a la persona que ponga atención a la manera como se sienten las emociones en el cuerpo, de manera que la desensibilización del suceso traumático y la instalación de pensamientos positivos no suceden solamente a nivel intelectual, sino que también se procesan las sensaciones corporales, como podrían ser un “nudo en la garganta” o un “hoyo en la panza”.
La terapia de EMDR con niños es muy similar a la terapia de juego, ya que a lo largo del proceso se utilizan juguetes, dibujos, etc. Los padres pueden o no estar presentes y colaborar en las sesiones. El reprocesamiento puede realizarse guiando la mirada de los niños, pidiéndoles por ejemplo que sigan el movimiento de un juguete favorito. Otras maneras de reprocesar son haciendo sonidos que los niños van escuchando alternativamente, o de manera táctil, con suaves toques alternados en sus hombros, manos o rodillas.
Para más información acerca de EMDR, así como sus aplicaciones en niños y en adultos, les sugiero consultar los siguientes sitios:
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Escrito por: Psic. MTF. Mónica Díaz Cayeros.
Cel: 9988-42-88-88.