Aprende a caminar antes de correr
Cuando cumplí 14 años conocí a un hombre que pensé que era como los príncipes azules que describían en los cuentos, guapo, independiente, con muchos sueños. Sí, algo mayor, sólo 12 años más que yo, pero lo que más me sorprendió es que se fijara en mi, no pueden imaginar todo lo que mi corazón de niña sentía, era una especie de mezcla de sentimientos. Era mi primer novio y aunque no sabía lo que era el amor, seguro era algo muy cercano a lo que estaba viviendo en ese momento.
Viví cosas maravillosas a su lado, pero quise correr antes de aprender siquiera a caminar y el día menos pensado, me di cuenta de que estaba embarazada. No sabía qué hacer, realmente estaba confundida, no sabía si en verdad quería ser mamá, pero cuando él me dijo que no me preocupara, que estaría a mi lado para que saliéramos adelante en esa situación, me sentí más tranquila. Anunciarlo en nuestras familias no fue nada fácil, nunca estuvieron de acuerdo con nuestra relación, ¿cómo estarlo?, si mis padres pensaban que les habían robado a su princesa. En fin nos casamos sólo por el civil aunque no estábamos muy de acuerdo y así fue como a los 15 años cambié la fiesta que toda niña sueña, por un baby shower.
Durante el embarazo me sentía en una burbuja y aunque me asustaban los cambios en mi cuerpo mi mama siempre estuvo a mi lado calmando mis miedos como cuando tenía siete años y mi temor eran los payasos.
El día del parto llegó y ¡por Dios! nunca pensé que dolería tanto, y aunque decían que mi cuerpo aun no estaba listo para tener un bebé, me ayudaron para que mi parto fuera normal, y en un instante tenía en los brazos un bebé de 52 cm y 3,300 kg. Debo de confesar que me sentía ajena a él, durante el embarazo lo veía como un muñequito, como un pequeño ser que no pedía nada pero desde el primer instante sabía que no era así. Amamantarlo era toda una odisea, en verdad mi cuerpo no estaba preparado para eso, pero poco a poco me fui acostumbrando. Y así fue como nació el amor por Santiago, todos los días me enamoraba de mi bebé, de su llanto, de su sonrisa, y regresé a la escuela y fue cuando me di cuenta que era muy diferente a todas mis compañeras, ellas soñaban con llegar a casa ver televisión a sus cantantes favoritos, esperar la llamada de ese chico que tanto les gustaba... y yo sabía que llegar a casa era hacer tarea, atender a mi marido, atender a Santiago, y sí escuchaba a mi cantante favorito, que en ese entonces era Ricky Martin, pero de repente lo tenía que cambiar por un disco de canciones de cuna.
Las dudas me asaltaban ¿cómo enseñarle a un niño, lo que ni siquiera yo he vivido? Los años fueron pasando y de repente anhelaba lo que veía con mis compañeras de la escuela, pero se me olvidaba cuando veía a Santi, cuando dio sus primeros pasos, cuando dijo mamá, su primer día de escuela.
Mi matrimonio no era el cuento de hadas que había soñado, me di cuenta que los príncipes azules no existen, a los príncipes reales hay que plancharles, lavarles, prepararles de comer, hacer el amor, aun cuando al día siguiente tengas un examen de cálculo diferencial. La diferencia de años se empezó a notar, yo comenzaba a tener tantos sueños y mi marido no los compartía, después de la preparatoria sucedió algo que cambió mi vida: murió mi mamá, lo cual me dejó devastada, pues ella era todo para mi, era mi apoyo, mi mejor amiga, la mejor abuela. Me sentía muy sola, así que decidí entregarme en cuerpo y alma a mi familia, decidí disfrutarlos al máximo y dejé a un lado mis sueños. Pero un día una amiga me dijo que no tenia por qué convertirme en una chava amargada, así que a mis 23 años decidí estudiar periodismo. Y así fue como entré a la universidad, repartiéndome otra vez en mil pedacitos como sé que lo hacen miles de mujeres. Pero al entrar en la universidad yo estaba embarazada por segunda ocasión, fue un bebé planeado, deseado, y así, meses después llego Mariana, ella encontró a una mamá con más experiencia, más madura, aunque en mi matrimonio no podía decir lo mismo. Trataba de ser la esposa perfecta, la mamá perfecta, estudiante excelente, la mejor amiga, pero creo que me estaba olvidando de mi. Las discusiones empezaron, y un día decidimos que lo mejor era separarnos, era lo mejor para nosotros y para los niños. Mariana apenas tenia ocho meses, el divorcio llegó y me sorprendió la madurez con la que mi hijo lo tomó. Cuando le preguntan por qué sus papas no viven juntos, su respuesta es: “Se les terminó el amor”. Ahora ya me titulé, estoy en busca de mi primer trabajo, disfruto a mis hijos como nunca pues el tiempo que pasamos es tiempo de calidad. ¡Estoy enamorada!, conocí a alguien que llena mis expectativas, tiene mi edad, y bueno, realmente soy nueva en esto de tener novio, porque digo a los 14 años realmente no te puedes enamorar.
Comparto mi historia para que aquellas todas jovencitas que lo lean entiendan que antes de correr, aprendan a caminar que valoren lo que tienen y lo que viene en sus vidas, que disfruten cada una de sus etapas. Más de una vez me han preguntado si me arrepiento de haber sido una niña teniendo un niño, les respondo que no, pero que si pudiera esperaría mas tiempo.