A veces, aunque nos dé pesar, es bueno y saludable entrar a limpiar el desván de la memoria. Es un ejercicio recomendable.
Pasa el tiempo y las telarañas de la memoria nos alejan de ciertos recuerdos, ciertas vivencias; es como ver un álbum de fotos y al ver una se desprenden los recuerdos en que fue tomada. Generalmente ponemos las fotos que nos hicieron pasar un buen momento.
Así es nuestra memoria, solo que ella guarda los buenos y los malos ratos.
Con el tiempo pasamos de largo por lo que nos hizo sufrir pero, sin querer, llega una acción que dispara los recuerdos.
Los buenos nos hacen sentir bien, nos sentimos apapachados con ellos. Sin embargo, los desagradables no.
No importa cuanto tiempo haya pasado, vale la pena revivirlos. Los años nos dan la capacidad de verlos desde otro punto de vista, y aunque duelan, nos hagan llorar, nos vuelvan a oprimir el corazón, este sanar es bueno.
Así que limpiar el desván de la memoria nos hará perdonar lo que haya que perdonar, y amar con más fuerza lo que amamos; sobretodo nos hará crecer.
Hay una frase célebre de una gran mujer la Madre Teresa de Calcuta.
“HAY QUE AMAR HASTA QUE DUELA”
Escrito por: Rebeca Harfuch