Bienestar

El peligro de guardarse las emociones

A menudo escuchamos que debemos aprender a controlar nuestras emociones, que debemos mostrarnos fuertes, ocultar nuestros sentimientos negativos y siempre mostrar nuestra mejor cara. Sin embargo, el término “controlar” puede llevar a la confusión de querer guardarlas o reprimirlas, decidimos no sentir y contener nuestras emociones. Estas se guardan hasta que llega el punto en que nada más cabe y el contenedor se revienta. Guardarse las emociones puede ser muy dañino, lo mejor sería aprender a manejarlas adecuadamente.

Esas emociones que decidimos guardar en lugar de expresar, comienzan a dañarnos lentamente, nuestro cuerpo empieza a sufrir las consecuencias de las emociones almacenadas: problemas gastrointestinales, problemas de la piel, defensas bajas, insomnio, tensión muscular, por mencionar algunos.  Nuestras emociones necesitan salir de alguna forma y se manifiestan de forma psicosomática.

Pero guardar nuestras emociones no sólo nos daña a nivel físico, sino que impacta a nivel psicológico, estamos tan enfocados en reprimir lo que sentimos que dejamos de actuar espontáneamente, nos sentimos vacíos y actuamos mecánicamente, cuando pretendemos dejar afuera las emociones negativas, también cerramos la puerta a lo positivo. No podemos pretender apagar lo que sentimos, es parte de lo que somos. Las emociones nos ayudan a actuar y salir adelante, nos señalan un camino a seguir ante las circunstancias. Las emociones, parezcan buenas o malas, deben ser expresadas de forma asertiva.

Fingimos tener el control, poco a poco vamos almacenando todo aquello que en algún momento nos hizo sentir mal. Ese armario interno se va saturando con todas esas emociones, pero llega un punto en que no cabe ninguna emoción más y todo se desparrama. Las emociones que se han añejado por años salen de forma intempestiva e incontrolable y pueden causar más daño del que habrían causado en su momento si las hubiésemos dejado fluir.

Las personas con mayor tendencia a guardarse las emociones suelen ser aquellas con autoestima baja y falta de seguridad en sí mismas. A menudo tienen miedo de lo que sus emociones pueden causar, tienen miedo de confrontar a las personas y decir lo que sienten. Han aprendido que en este mundo es mejor regirse por la lógica, han adoptado aquellas frases como “calladita te ves más bonita” o “los hombres no lloran” y creen absolutamente en ellas, tienen miedo de mostrarse débiles o vulnerables.  Suponen que negar sus emociones hará que desaparezcan, pero no es así, las emociones necesitan expresarse de una u otra forma y conviene que seamos nosotros quienes decidamos cómo.

Manejar nuestras emociones – en lugar de controlarlas – es necesario para sentirnos bien tanto física como psicológicamente. Debemos dejar fluir nuestras emociones y esto no significa darle rienda suelta a nuestra rabia o nuestra tristeza, sino aprender a responder de la mejor manera ante lo que sentimos. Desahogarnos y expresar nuestras emociones nos puede librar de una enorme carga, es cuestión de saber dejarlas fluir.

Es cierto que hay contextos en los que es necesario mantener las emociones al margen, pero esto no significa que debamos intentar suprimirlas, sino aprender a encauzarlas para resolver las cosas de la mejor forma posible.

La mejor manera de aprender a manejar nuestras emociones es conocerlas, pregúntate qué sientes y por qué te sientes así, date unos minutos para reflexionar sobre tus emociones, esto te ayudará a conocerte mejor, tener una mayor inteligencia emocional y sentirte mejor.

Escrito por: Elena Pedrozo

 

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