Bienestar

¿Es color el blanco?

es-color-el-blancoEsta constante lucha de poder entre los colores es fascinante; alguna vez conocí un rojo intenso y lleno de brillo, mis ojos se desorbitaron como tremendos deslices de karma plasmados con imaginaciones agudas y naranjas fluorescentes. Sin embargo, en ese momento solo deseaba el blanco sereno y opaco. No me juzguen, creí que era un color.

Inhalo el gris tranquilizador y asesino, no puedo dejarlo, me cuesta, es una adicción arenosa y matadora. Es una combinación de adrenalina con dejos de ideas ya muy clavadas en mi cuerpo. Cuando el gris alto y el rojo medio latente se juntan, hoy, se los permito ¿por qué no?

Ingiero café, oscuro, dulce-amargo, unas veces sereno y otras se pelea con la trasparencia que llena mi estómago ante tanto amarillo. Entran tonalidades y yo les abro la puerta para que se sienten junto a mí en la contemplación colorida de la fuente de la que brota mi imaginación y permanezco en matices.

El rosa gana terreno ante mi insistencia de sorpresa y se va evaporando cuando el azul se pelea con el verde. Ese verde que me alimenta, que me enamora con su tonalidad variada y su pérdida tenue y constante.

Aunque -en algún momento- me avergonzó, el morado con puntos verdosos oscureció el rosa, decolorándolo en azules fríos y poco merecidos, mismos que desterré de esta gama al desierto de mis recuerdos, esos que en su conjunto son de matices pastel preciosos y combinables con el aprendizaje del paso del tiempo.

Me confundí: ¿es color el blanco? Si lo es, no es mi color, aunque pueda ser mezclado con los tintes luminosos de mi alma que simplemente es de todos y de ningún color a la vez. Son modalidades los días y modificables los pasos de los segundos magentas, esos que me han llevado al mejor color de todos… el desconocido, el cambiante, el propio.

¡Ah y el negro! Esa relación amor-odio pintada de negro, cáustico y corrosivo, es amable, es… negro y aunque no calma los transformables estados de esta paleta que tiñe, si la hace imparable para pintar y no parará, ni cuando perezcan los tonos, ni cuando desaparezcan las opciones, ni cuando se callen las canciones o se evaporen los olores.

Escrito por: Evangelina Jiménez Olvera

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