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Pensé que si quería ser una buena escritora debería prepararme para ello. Me inscribí en un taller literario de una universidad pública. Así, si me faltaba talento no afectaría tanto mi bolsillo. Lo primero que nos dijo el profesor del taller fue que no se trataba de un curso de redacción. Ahí fue mi primer desacuerdo. Mi primera intención tenía que ver con el cómo y no con el qué escribir. Saber la diferencia entre una oración simple y una compuesta. El uso de las palabras diacríticas, aquellos monosílabos que en ocasiones llevan acento, dependiendo del significado de la palabra. También era de mi interés saber los diferentes usos correctos de las comas y los demás signos de puntuación. No lo pienses más: escribe, escribe, escribe. Date la oportunidad de enriquecer tu interior y tocar a los que te rodean
Debo confesar que después de algunas sesiones, abandoné desilusionada el curso en cuestión. No sentí que compartía los mismos intereses que el resto de los compañeros del curso. Mi escritura nada tenía que ver con las venas sangrando y la luna derritiéndose de dolor. Mi lenguaje era y es mucho más sencillo, característica que poco le agradaba a mi instructor. Creí que no servía mucho para escribir, pues mis palabras no eran para nada rebuscadas. De cuando en cuando recordaba a la abuela y sentía que vendría a jalarme los pies, jajaja.
Compré algunos libros de redacción. En uno de ellos se afirmaba, que el saber redactar es una habilidad susceptible de perfeccionarse, lo cual me animó mucho. Si mi ortografía no era del todo impecable, podría mejorar con un poco de esfuerzo y dedicación. Así fue. De manera disciplinada, además de ordenada, seguí los ejercicios. Al cabo de un tiempo mi escritura mejoró notablemente.
Hoy escribir es una necesidad. Mi deseo de comunicar es mucho más grande que mi miedo al ridículo y al qué dirán. Hay quienes lo hacen por expresar toda aquello que no pueden hacer de viva voz; una especie de catarsis mucho más barata que una terapia; un interés genuino por ayudar con las palabras. Como una especie de termómetro inicial publiqué un escrito en mi perfil de facebook. Al ser puros amigos imaginé que me darían su sincera opinión. El escrito fue un éxito, lo cual me animó a seguir. El comentario general fue sobre la sencillez del mensaje, aunque no por ello menos profundo y sincero. Hoy duermo más tranquila al saber que la abuela no vendrá a pedirme cuentas. Así que no lo pienses más: escribe, escribe, escribe. Date la oportunidad de enriquecer tu interior y tocar a los que te rodean.
Escrito por: Maricarmen Díaz Juárez.