Escrito por: Adriana Barroso
Llegaron las vacaciones del verano, y con ella los pequeñines pasan más tiempo en casa. Una buena idea es dejarlos participar en las actividades del hogar. Cuando los niños son pequeños siempre quieren ayudarnos en nuestras tareas; sin embrago, a veces se los impedimos porque tememos sus equivocaciones o bien porque tenemos prisa. Cuando crecen, y llegan a la pubertad, y son lo suficientemente hábiles para ayudarnos, ya no lo quieren hacer porque les fue impedido cuando ellos lo deseaban, es entonces cuando resulta frustrante para los padres la poca cooperación de sus hijos.
Por esta razón las invito a que escojan tareas que puedan compartir con sus niños; créanme todos saldrán ganando con un poco de paciencia. No importa que los pequeños hagan las cosas un “poco mal”, recuerden que son niños y están en entrenamiento. Si no practican, pues no podrán aprender.
Una de las actividades que compartimos mi niña y yo en estas vacaciones es la colaboración en este espacio. A continuación les entrego el cuento que escribió mi hija María José de 7 años. Es una herramienta útil para que se los lean a sus niños y aprendan cómo la ovejita Cuqui decidió bañarse.
“Había una vez una oveja llamada Cuqui que no se dejaba cortar la lana ni bañarse. Así que la ovejita se sintió muy mal porque estaba sucia y tenía mucho calor. Nadie se le quería acercar porque olía muy mal. La ovejita se sintió muy triste, entonces pensó que lo mejor era bañarse y cortarse la lana. Al otro día cuando el granjero la llamó fue muy contenta y sin protestar se dejó bañar y cortar su lana.
Así que niños aunque no quieran bañarse lo tienen que hacer porque de lo contrario les pasará lo mismo que a Cuqui.”
Cuando compartimos nuestras actividades se abren nuevas formas de comunicación y los lazos se estrechan, volviendo las tareas rutinarias en momentos que seguramente atesorarán. Permitamos a nuestros niños entrar a nuestro mundo, con esto aumenta su sentido de pertenencia al grupo familiar pues ellos estarán en la posibilidad de colaborar. Si acogemos su ayuda y aceptamos que está dada de acuerdo a sus posibilidades y edad fomentaremos su autoestima. Sé que en ocasiones la vida nos gana y nos es más cómodo decirles: “Vete a ver la tele, a jugar… y déjame hacer mis cosas”; en ese momento hagamos un alto, y pensemos que lo más fácil no siempre es lo mejor y escojamos tareas que podamos darles sin morir en el intento. A veces una cama mal hecha, y apreciada por el esfuerzo realizado, a la larga nos ayudará más que un sermón de una hora.
María José y yo las animamos a intentarlo, ¡les auguramos éxito!
Escrito por: Adriana Barroso