El otro día pensaba que estoy pasando por una linda etapa, con tranquilidad en lo emocional, en lo laboral y en distintos ámbitos de mi vida. Muchos sueños cumplidos y la aceptación de los que no logré, sinceramente, brindan un estado de serenidad que potencia los sentidos de maneras indescriptibles.
No obstante, también pensé que este estado es pasajero, ya que las circunstancias son efímeras, van cambiando y en cualquier momento puede suceder algo que haga zozobrar o que definitivamente transmute este “estado de gracia”.
Es que, obviamente, hay situaciones que nos sacan de nuestro eje, que nos entristecen o que tocan fibras muy íntimas y nos hacen reaccionar de formas indeseadas. Pero tengo bien en claro que, en gran parte de los casos que se nos presentan, si tenemos bien en claro cuáles son nuestras prioridades, podemos tomar el rol de observadores y presenciar cómo ciertos inconvenientes menores o secundarios pasan de largo, sin hacer mella en nuestro estado de ánimo actual.
Casos personales
Te contaré un par de hechos personales reales, para pienses si te sientes identificado y me describas cuál habría sido tu conducta con respecto a ellos:
Lo primero fue algo breve, pero suficiente para sacar de quicio a cualquiera: el martes pasado tuve un problema con mi celular: se había quedado sin señal. La empresa de telefonía no supo darme una respuesta adecuada. Literalmente, me sentía aislada. ¿Cómo habrías reaccionado? ¿De qué manera le habrías contestado al empleado que te atendió? ¿Cómo habría transformado esto tu día?
Este problema ya fue de otro tenor, mucho más difícil: hace varios meses, tuve un inconveniente con un tema de compra y venta de un vehículo en el que me vi involucrada, por un error. Hasta me vi obligada a solicitar los servicios de un abogado (a mi cargo) para solucionarlo.
Después de un par de meses de escritos judiciales, todo llegó a buen término, como siempre supe que sucedería: era cuestión de paciencia y de seguir los pasos indicados. Pero las semanas intermedias fueron engorrosas, con dilaciones y presentaciones innecesarias, con bastante desgaste de energía y, francamente, con un trámite que excedería la imaginación de muchos. ¿Cómo habrías pasado ese tiempo? ¿En qué medida habría influido en tu vida y en tus actividades cotidianas?
Reacción
Conozco gente que por mucho menos tiene picos de presión, acidez, se angustia o encuentra dificultoso conciliar el sueño. ¿Qué hice yo en ambos casos? Primero, claro que reaccioné y dejé salir mi enojo -¡tengo sangre en las venas!- enmarcándolo dentro de lo que eran: dos situaciones en que se ponía a prueba mi paciencia, mi inteligencia y mi capacidad para solucionar problemas.
Luego, más calmada, puse las cosas en perspectiva y pensé en lo que verdaderamente es prioritario para mí: familia, gente querida, salud, trabajo… y de a poco pude ir ordenando las cosas por importancia: yo no iba a dejar que ninguno de estos dos hechos, si bien tenía que atenderlos –de distinta manera, sin duda alguna- empañaran ratos de mi vida en los que soy feliz. Tomé las acciones que debía tomar y seguí adelante.
Entonces, cuando te levantes mañana por la mañana de buen humor, o ahora mismo, tal vez recuerdes algo que te haga sonreír o que te haya sucedido en este último tiempo y te haga feliz, intenta no permitir que cosas sin importancia (o gente no muy bien intencionada) se interpongan entre ti y tu disfrute de la vida.
Cada tanto aparecen situaciones relevantes que, lógicamente, nos entristecen y nos hacen cambiar comportamientos y estados de ánimo. Pero hasta que esas esporádicamente lleguen, de ti depende responsabilizarte de que tus etapas de felicidad sean lo más plenas y duraderas posible.
¿Sueles permitir que situaciones secundarias se interpongan entre tú y tu felicidad?
Escrito por: Merlina Meiler