Cuando se acerca el final del año escolar, la pregunta de rigor para los padres es: ¿qué voy a hacer con los niños durante este verano? Afortunadamente, hay muchas opciones. Algunas son gratuitas, otras son costosas y en conjunto todas procuran alejar las mentes de nuestros pequeños del ocio, que es “madre de todos los vicios”.
Uno de los recursos gratuitos que a veces pasamos por alto son las bibliotecas públicas. Lejos de ser aquel lugar donde la gente iba en busca de un libro prestado, las bibliotecas se han convertido en centros comunitarios que ofrecen variedad de entretenimiento y estimulación cognitiva, tales como clases de artesanía, talleres de alfabetización, clubes de lectura, teatro de títeres, espacio para leer cuentos y demás. Asimismo, a través del Departamento de Parques y Recreaciones, las ciudades ofrecen una gama diversa de actividades que incluyen deportes, pintura, manualidades, artesanía, danza, cine al aire libre e incluso actividades de origen folclórico.
Por su parte, la madre naturaleza brida un derroche de posibilidades. Estar afuera, desarrollando algún tipo de actividad o deporte, ha probado ser beneficioso por muchas razones. Según se ha demostrado, la exposición a la luz del sol ayuda a la producción de vitamina D, cuyas propiedades sanadoras permiten curar o mejorar condiciones como la depresión, la fatiga y el desánimo, entre otros achaques.
Reencontrarse con la tierra y sus espacios abiertos expande la mente, mientras que el ejercicio combate la obesidad y la forzosa inactividad impuesta por el estilo de vida urbano que ha atrapado los niños entre cuatro paredes. Y es que la energía de las plantas, de los cuerpos de agua, del sol y del cielo ayudan al balance entre el cuerpo y la mente. Un balance que urge restablecer en estos tiempos donde se suele vivir tanto dentro de nuestras cabezas, que el cuerpo se ha convertido sólo en un vehículo de transporte para llevar el cerebro de un sitio a otro.
Así, son igualmente importantes la práctica de la meditación y ciertos estilos de artes marciales enfocados en restablecer precisamente la alineación entre cuerpo y espíritu. Estas modalidades ayudan a reducir la tensión nerviosa, bajan la producción de enzimas y/o hormonas estresantes, apaciguan el ritmo cardíaco, aclaran las ideas, restauran los sistemas internos, mejorando la salud física y enfocando la mente. Los científicos dedicados a estudiar las repercusiones de la meditación coinciden en recomendarla como una de las disciplinas que aportan mayor número de beneficios en niños y en adultos. Por otra parte, los museos, conciertos y exposiciones incentivan la imaginación, con lo cual aportan al cultivo de la creatividad. Debido a los recortes de programas enfocados en las artes en miles de escuelas gubernamentales de la nación, nuestros hijos cada vez encuentran menos oportunidades para expresar el potencial sagrado de la creación. Este verano encontremos la manera de reconectarlos con la tierra, introducirlos a la meditación y reiterar la invitación a ser los entes imaginativos que han venido al mundo a crear.
Por Hergit Llenas