Familia

Hijo único ¿caprichoso o egoista?

Todo depende del tipo de educación, de valores y actitudes que los padres fomenten en ellos

Hijos únicos, ¿caprichoso o egoista?

E

n la sociedad actual, uno de cada cinco hogares lo componen parejas sin hijos, seguido de las familias formadas por una pareja y un hijo. Por el contrario, las parejas que tienen tres hijos apenas rozan el 4%. Las causas de este encogimiento familiar y de la supremacía del hijo único hay que buscarlas en un ritmo de vida que apenas deja tiempo para compatibilizar familia y trabajo, una tardía maternidad, los matrimonios que se rompen cada vez más pronto y los gastos que implica tener un hijo. Todo ello ha contribuido a que en España los hijos únicos hayan dejado de ser una rareza desde el punto de vista sociológico. Son más, por tanto, los padres y madres que se enfrentan a diario a la ardua tarea de educar a unos niños catalogados tradicionalmente como egoístas, malcriados y caprichosos.

Solo en casa

Cuando hace 30 años se le preguntaba a una pareja cuántos hijos quería tener, las respuestas más habituales eran: "los que Dios quiera" o "los que vengan". Tres décadas después, la mayoría de los futuros padres considera que "con uno basta", aunque también hay quien se atreve a ir por la "parejita". Según la macroencuesta "Fecundidad y Valores en la España del Siglo XXI" del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), de marzo de 2007, el núcleo familiar ideal de los españoles es el formado por un matrimonio y dos hijos, aunque son cada vez más los condicionantes y obstáculos para lograr tal objetivo, y los estudios demuestran que en la práctica se impone la tendencia al hijo único. Los últimos datos que maneja el Instituto Nacional de Estadística (INE) indican que un 57% de las mujeres que ya han sido madres rechaza la posibilidad de tener más descendencia.

El retraso en la edad de la maternidad - las españolas (30'9 años) son, junto a las italianas (30'8) y holandesas (30'6), las mujeres de la UE que más tarde tienen su primer hijo-, los problemas económicos, las dificultades para conciliar vida personal y laboral, los matrimonios que cada vez duran menos, el individualismo y el aumento de las familias monoparentales han conseguido en España lo que en China ha costado 30 años de medidas drásticas de control de la natalidad. Según se desprende del Informe Evolución de la Familia en Europa 2008, del Instituto de Política Familiar (IPF), la baja natalidad en España, 1'39 hijos por mujer (2007), es uno de los índices más bajo de la Unión Europea, con un 1'5 de media, y está muy por debajo del nivel de reemplazo generacional (2,1 hijos por mujer).

Cómo son los hijos únicos y cómo educarles

Los tópicos del hijo único

Mimados, consentidos, caprichosos, egoístas y retraídos. Son muchos los tópicos y estereotipos que giran en torno al hijo único. Sin embargo, la realidad es muy distinta. El mero hecho de carecer de hermanos no determina ni el futuro ni el carácter del menor, y su evolución y personalidad vienen marcados por la educación y los valores que reciba de sus padres, igual que ocurre con cualquier otro niño o niña rodeado de hermanos. Psicólogos y educadores coinciden en su diagnóstico: ser hijo único no acarrea en sí mismo ventajas ni inconvenientes, y si bien son numerosos los estudios que demuestran que los hermanos influyen en la sociabilidad del niño, también abundan las investigaciones que han demostrado que los hijos únicos son tan sociables como el que más. Siempre que se favorezcan las conductas sociales desde la primera infancia, los hijos únicos no tienen mayores problemas que los vástagos de familias numerosas para integrarse en la sociedad con normalidad.

La sobreprotección, un error muy frecuente

El principal riesgo de los padres con un hijo único es caer en la sobreprotección. Ya sea por el sentimiento de culpabilidad por no ampliar la familia o por el miedo exagerado a que al niño le suceda algo, es habitual que los padres caigan en el error de proteger en exceso a su hijo o hija, creando para ellos un mundo artificial lleno de comodidades que les impiden crecer como seres independientes. Este celo exagerado también puede llegar a agobiar hasta tal punto al menor que sólo actúe para contentar a sus padres, o se convierta en una persona temerosa, insegura y dependiente. Además, un menor sobreprotegido puede no desarrollar las habilidades necesarias para su desarrollo, como su autonomía, lo que le impedirá medir sus propios límites o tomar decisiones sin la aprobación continua de sus padres. No se trata de que los padres se desentiendan de lo que hace, pero tampoco deben protegerle de manera desmedida, anticipándose a sus necesidades antes de que el pequeño pida ayuda. Los padres deben contener sus temores y proporcionar oportunidades y recursos que faciliten el desarrollo de las habilidades de sus hijos para que estos puedan madurar en lo emocional y en lo social.

Educar al hijo único con sentido común

Es fácil caer en la tentación de mimar o proteger en exceso a los hijos, sean únicos o no. Por eso conviene tener en cuenta una serie de recomendaciones que ayudan a que su integración en la sociedad sea lo más natural posible y que la sobreprotección no suponga un problema, sino una ayuda que les reporte seguridad. Ahora bien, ningún consejo supera el de aplicar el sentido común en todas las situaciones.

  • La relación con otros niños es primordial para el hijo único. Debido a que crecen sin hermanos y conviven la mayoría del tiempo con adultos, les puede resultar más difícil compartir, relacionarse e integrarse con sus iguales. Procure que comparta tiempo y juegos con primos y amigos para que se divierta, compita, se pelee y discuta con ellos.
  • Anímele a participar en actividades deportivas y lúdicas para que desarrolle sus habilidades fuera de la sobreprotección de sus padres, y fortalezca su autoestima.
  • No le proteja en exceso ni le controle durante todo el día porque lo convertirá en una persona miedosa, cobarde y frágil.
  • Establezca normas y obligaciones acordes a su edad, para que adquiera responsabilidades y sepa dónde están los límites.
  • Estimúle al menor para que se esfuerce en conseguir lo que desea, así aprenderá a apreciar las cosas. Valore sus logros, pero no le elogie en exceso.
  • Comparta sus juegos para que no se sienta solo y aprenda reglas sociales (esperar turno, saber ganar y perder...).
  • Limite el tiempo que pasa delante de la tele o con los videojuegos. Como son juegos individuales es fácil caer en el exceso.
  • Los progenitores de un solo vástago aspiran a que sea perfecto y el mejor en todo momento porque tienen todas sus expectativas depositadas en su persona. Acepte y respete sus defectos y sus fallos. Déjele que se equivoque de vez en cuando y comprenda el valor del acierto y cómo llegar hasta él
  • Facilite su relación con otros familiares para que sea más independiente.
  • No intente compensarle por no tener hermanos concediéndole todos sus caprichos.

Escrito por: F. Eroski

Fuente: www.consumer.es

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