Por: Vivian Diller*
Después de perder 45 kilogramos y disfrutar de su nuevo look natural, la actriz de 60 años, Kirstie Alley dijo, “No me he hecho cirugías plásticas, y aquí la razón: no creo que te haga ver más joven, sino que te hace ver más extraña.”
Esto es un error, de acuerdo con el conocido cirujano plástico que compartió escena conmigo recientemente para discutir “Envejecer con gracia”—él desde la perspectiva médica y yo la psicológica. Él dijo, “Cuando hablamos de envejecer, la cirugía cosmética se trata menos de belleza y más de mejorar la forma en que los pacientes se ven a sí mismos.”
Sus palabras sonaron muy bien, pero me puso a pensar sobre el comentario de Alley. Entonces pregunté, “¿Cómo saber si las alteraciones quirúrgicas generan emociones positivas?”, a lo que él respondió, “Si no creyera que mi trabajo hace más felices a las personas, no estaría en esta profesión.” Aún sintiendo curiosidad, pregunté, “¿La felicidad proviene de verse más joven o de verse mejor? ¿Es a corto o largo plazo? ¿Es para todos o para algunos?” ¡Tantas preguntas!
Este médico parecía particularmente enfocado y apasionado por su trabajo, así que pensé que sería un excelente profesionista para discutir las áreas grises inherentes a este campo. Yo quería llegar al fondo y él estuvo de acuerdo en permitírmelo. Aquí un resumen de nuestra discusión.
Su comentario de que la cirugía “se trata menos de la belleza” me intrigó. Si es verdad, ¿entonces por qué el número de mujeres que optan por los procedimientos cosméticos excede la cantidad de varones? Excluyendo aquellos que sirven para corregir alguna deformidad—causada por heridas, enfermedad o congénitas—las estadísticas muestran que el 91% de las cirugías se realizan en mujeres.
Si no se trata de belleza, es difícil entender esta diferencia. Por ejemplo, ¿cómo explicar las “vaginas sobre diseño”, la más reciente tendencia entre mujeres para refinar quirúrgicamente la apariencia de sus genitales? ¿Acaso no es estética llevada al extremo?
También quería saber los pensamientos de este cirujano ante el “anti-envejecimiento”. Nunca le he encontrado sentido a esta frase—a menos que seas Benjamín Button. Me preguntaba si él creía que la cirugía cosmética era la mejor solución para la obsesión que tiene nuestra cultura con conservar una apariencia joven. Y en dado caso, ¿cuándo deberíamos comenzar a esforzarnos? ¿A los 20 o 30 años? Cité el perturbador incremento en el uso de bótox en adolescentes y procedimientos similares. ¿Y qué hay del otro lado del espectro? De que cada vez más adultos mayores de 80 años solicitan estiramiento de rostro e implantes de busto. ¿Es posible que alguien sea demasiado joven o demasiado viejo para rejuvencer quirúrgicamente?
Por último, me interesó la noción del “derecho a ser bella,” la llamada “vanidad necesaria” en una editorial reciente del New York Times. Alexander Edmonds escribió que la belleza, como la educación y la salud, debería ser accesible para todos “con el apoyo de las instituciones y los expertos”. Los cirujanos plásticos, ¿se ven a sí mismos como proveedores de dicha atribución? ¿Todos tenemos derecho a conseguir la imagen ideal—o la versión cultural de la misma? Cité la reciente tendencia de las mujeres asiáticas que alteran quirúrgicamente sus ojos para verse más occidentales. La homogenización de la belleza ¿es una tendencia positiva o negativa en el mundo?
Ambos coincidimos en que estos temas son interesantes y todo un reto, no sólo porque se relacionan con la cirugía plástica, sino en términos de interrogantes más grandes que existen sobre nuestra cultura contemporánea.
Antes de seguir, primero tuvimos que delimitar el tema diferenciando entre el amplio espectro de procedimientos que suelen incluirse en el término cirugía plástica. Por ejemplo, hay una obvia diferencia entre las cirugías que corrigen deformidades genéticas (labio leporino, dedos de rana, etc.) o la cirugía reconstructiva (para quemaduras o cáncer de mama), y aquellas que son para hacerse “mejoras”. También dentro de las cirugías opcionales hay diferencias—un niño de 14 años que se hace una ginecomastía (reducción de pechos) tras años de humillación, contra la chica de 17 años que solicita implantes de senos creyendo que le dará una ventaja social en la universidad. Limitamos nuestro debate a este último.
Entonces, ¿por qué más mujeres? Ambos coincidimos en que tal vez la belleza no sea el enfoque del cirujano, pero para la mayoría de las mujeres sí lo es. El buen físico ha sido, y seguirá siendo, una preocupación femenina. Aunque ha habido muchos cambios desde la revolución feminista, la belleza, en especial la juventud, es experimentada como moneda corriente de la mujer en la cultura contemporánea.
Y aún cuando la cirugía plástica podría ofrecer soluciones a una amplia variedad de problemas, claramente los procedimientos opcionales sirven al fin de la belleza. El atractivo radica en las inseguridades que tienen las mujeres respecto del físico, desde la adolescencia hasta la tercera edad. Si este no fuera el caso, sería difícil explicar los riesgos físicos y financieros que corren las mujeres—y los hombres no—para alterar su imagen. Ambos concordamos en que si las opciones quirúrgicas estuvieran disponibles para otro tipo de modificaciones—digamos para mayor potencia, estatura o fortuna—las estadísticas no estarían tan inclinadas a un solo lado.
¿Anti-envejecimiento? Incluso el cirujano dijo que el término en sí mismo no tiene ningún sentido. No hay ninguna manera real de detener el tiempo o volverlo atrás. Pero ambos coincidimos en que hay muchas cosas que podemos hacer para estar en la mejor forma posible a nuestra edad, especialmente considerando que vivimos más años que antes. La cirugía no es la opción para todos.
Un buen cuidado de la salud, ejercicio y una vida activa también ayuda mucho. Pero hay algunos procedimientos que efectivamente ayudan a las personas a verse y sentirse mejor consigo mismos, cuando se buscan opciones con consciencia y se ejecuta con cuidado el plan. Para algunos los resultados duran un rato, provocan problemas y conllevan múltiples procedimientos de seguimiento. Pero para otros, la cirugía tiene un impacto más duradero en la autoestima y es visto como una experiencia positiva. Para la mayoría es una solución temporal para los retos que deben enfrentar en el proceso de envejecimiento.
En lo que respecta a los límites de edad— ¿cuándo es muy pronto y cuándo es muy tarde? En esto estuvimos también de acuerdo. Primero, las personas con una imagen corporal distorsionada (algunas veces diagnosticada como Desorden de Cuerpo Dismórfico) deben ser excluidas como candidatos a cirugía plástica a cualquier edad. Pero admitimos que es difícil distinguir entre este desorden diagnosticable y la respuesta natural a una cultura obsesionada con la juventud y la belleza. Muchos jóvenes—entre 20 y 30 años—temen verse más grandes. Ven el miedo en sus padres y abuelos, y nuestra cultura lo refuerza. Ambos coincidimos en que la solución no está en alimentar este miedo, sino en enseñar a la gente de todas las edades cómo prolongar la salud de sus rostros y cuerpos.
Aunque los cirujanos suelen decir que “la edad es sólo un número,” concordamos en que esto no tiene ningún sentido. De igual forma, cuando los psicólogos argumentan que “lo de adentro es lo que cuenta”, esto también tiene poco sentido. La edad sí importa. Tanto lo de adentro como lo de afuera importan. Concluimos que el uso sano y moderado de procedimientos cosméticos seguros requiere un cuidadoso monitoreo por parte de profesionales acreditados a cualquier edad, pero que es generalmente más adecuado para pacientes entre 25 y 75 años, con unas pocas excepciones.
¿El derecho a verse bien y la homogenización de la belleza? Este asunto tiene ramificaciones tan grandes y complejas que no estábamos seguros de dónde empezar. Ambos sentíamos que el problema radica en la creencia popular de que la belleza depende de una sola imagen ideal. La belleza, concordamos, es más complicada, subjetiva, variable y mutable. Sentirse bien con uno mismo depende de múltiples factores—físicos, psicológicos y del entorno. Si se basara principalmente en la auto imagen, hombres y mujeres que nacieron con rasgos bellos—modelos, íconos de belleza—tendrían la felicidad asegurada, lo cual sabemos no es verdad. O, visto desde otra perspectiva, alguien exitoso no desearía alteraciones físicas—por ejemplo Michael Jackson. Ambos creemos que es importante enfatizar la diferencia entre ser bella y ser atractiva.
Surgieron otros temas, y tal vez los discutamos en un futuro, pero terminamos nuestra discusión con esta pregunta teórica: ¿si en un futuro la investigación demostrara que la felicidad y el éxito están asociados con ciertos estándares físicos—digamos, por ejemplo con ser varón, alto y blanco—estarían dispuestos los cirujanos a hacer dichas alteraciones? ¿Estarían, al hacer esa transformación (si fuera quirúrgica y psicológicamente posible) contribuyendo a un sistema social que demerita las diferencias naturales? Suena como un capítulo de Twilight Zone donde esta ficción se volvió una aterradora realidad. Temas tan complicados requieren más reflexión y discusión.
Claramente, incluso las tendencias actuales en cirugía plástica provocan problemas muy profundos. Para Jane Fonda, que se ve muy bien a los 78 años, la cirugía parece seguir cubriendo sus necesidades. Hay 11 millones de estadounidenses tomando decisiones similares y deberían hacerse las preguntas ya mencionadas. Para Kirstie Alley, la cirugía no parece servir a sus necesidades (y tamaño) actuales. No oculta el largo y complicado camino que recorrió, por lo que probablemente aprendió una lección importante—que la belleza se encuentra en formas y edades distintas—y que la felicidad empieza en el interior.
¿Qué piensas de las recientes tendencias en cirugía plástica? ¿Consiguen la belleza, la felicidad o ninguna?
*Vivian Diller es psicóloga, bailarina profesional y modelo. Conocida por sus artículos de belleza, envejecimiento, medios, modelos y bailarinas. Es autora del libro Face It: What Women Really Feel As Their Looks Change una guía psicológica para ayudar a las mujeres a lidiar con sus emociones respecto al cambio en su apariencia.