Bienestar

La serpiente

Serpiente

 

Escrito por: José Luis Vázquez Doménech

En un poema de Baudelaire se nos advierte de la delicada situación que se nos plantea en infinidad de ocasiones cuando, desde nuestro interior, nos llega una voz profunda que nos indica la posibilidad que tenemos de aventurarnos dentro de los márgenes del “peligro”. Una vez que lo hemos decidido, y decimos ¡QUIERO!, ella, la serpiente, inmediatamente responde ¡NO!

 

 

Una fría mañana de invierno te arrojas a la calle y coqueteas con las gotas de lluvia, mientras otros caminan hacia la liturgia del trabajo, cabizbajos, sin posibilidad de abrir los ojos a cualquier descubrimiento. Esa mañana, y sin saber por qué, contemplas tu pueblo con otros ojos, incluso eres capaz de advertir la presencia de gente. Tras la esquina (cuán importante es la esquina en la formidable aventura humana) aparece sorprendentemente esa persona que un día, tú tenías pareja, no lo olvides, te obsequió con una sonrisa que ahora recuerdas en todo su esplendor, ahora que tu pareja se ha ido a comprar tabaco, en patinete. Y ahora te pesa no haberle correspondido, no con una sonrisa, sino con una noche felliniana con proyección incluida.

 

El viernes por la noche decides salir a campo abierto, a recibir besos sin burbujas que iluminen tu rostro desencajado. Y sólo te encuentras con burdas palabras que confirman tus pensamientos, que tanto te ha costado cimentar. Y te niegas a aceptar tanta estrategia.

Gradualmente te reincorporas al universo de las pasiones. En tu interior has construido la hoguera incandescente que se refleja en tu mirada. Ahora no eres tú quien observa, hoy todo el mundo se detiene a tu paso, y comentan en las tertulias el incidente de la jornada. A altas horas de la madrugada regresas en solitario. ¡Oh!, nadie supo ver lo que llevabas dentro, tan sólo disfrutaban con el cambio, con tu estúpida transformación.

Decididamente, este pueblo no es para ti. Y te vas, a la “gran ciudad”. Y en los excelsos e ilustres pasillos del metro te colocan la primera trampilla. En el mismo día has visto cuatro cuerpos. Tus impulsos te llevan a ver más de lo que ve el resto de tus amigas. Pero tú, tú lo ves y hasta lo sientes. En el primer descuido un cuerpo hasta te habla, es más, te invita a que bailes allí mismo, delante de cientos de personas que, también, se dirigen al trabajo. Y automáticamente, sin saber porqué, alguien ha hablado por ti para decir ¡NO!

No merecía la pena. Y mañana, ¿qué? Te despiertas a su lado e igual te dan ganas de correr, a ti que no te has dado prisa ni para apuntarte en la lista del paro. No, en el fondo, deseas que todo siga su curso “natural”. El amor es mucho más serio que todo eso. Pero ahí llega la serpiente, deslizándose con toda tranquilidad, y mirándote de frente te dice: ¿Y el sexo. Sabes que tu sexualidad es un bien activo que si dormita oxida tu cuerpo, y termina por cerrar todos los poros de tu piel?

-¡NO!, vete de aquí. Déjame meditar en soledad.

... ¡Qué problema! Meditar en soledad. Cuando llevamos puro veneno dentro.

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *

*