Los seres humanos somos complejos y contradictorios. A menudo nos encontramos con conflictos internos pues es como si distintas partes de nosotros se pusieran en pie de lucha. Tal vez en parte sea así. En términos psicológicos, de acuerdo a la teoría del análisis transaccional, hay tres estados en nosotros que conviven y determinan nuestro comportamiento: el padre, el niño y el adulto.
Esta explicación, desarrollada por el psiquiatra norteamericano Eric Berne, señala que cada uno de estos “estados del yo” juega un papel distinto en el comportamiento de las personas. El padre representa las normas que nos rigen, los valores que tenemos interiorizados y se guía por el “deber ser”. El niño representa la parte “infantil”, está regida por el placer y tiende a guiarse por impulsos, es eminentemente emocional. El adulto por su parte es objetivo y lógico, hace de intermediario entre ambos extremos. La forma en que nuestro padre-adulto-niño interactúa con el delos demás es determinante para la forma de relacionarnos.
De acuerdo a la Terapia Vital del licenciado en psicología Antoni Bolinches, el entorno ha influido en la forma en que nuestro padre, niño y adulto se han desarrollado. Lo cual genera a su vez tres tipos de personas:
- Que tras crecer en un entorno permisivo ha desarrollado un padre complaciente, un adulto inmaduro y un niño caprichoso.
- Cuyo modelo de educación ha sido demasiado estricto, dando como lugar un padre rígido, un adulto no desarrollado y un niño frustrado.
- Personas que han aprendido a lograr el equilibrio y tienen un padre dialogante, un adulto maduro y un niño educado.
Aprender a armonizar estos tres aspectos del yo será fundamental para mejorar nuestro bienestar emocional y aprender a relacionarnos de mejor manera con las personas. Las crisis vitales serán de gran relevancia para la forma en que se desarrollen las partes del yo; si son bien resueltas podremos madurar y tener un adulto que sea capaz de integrar en su comportamiento los deseos de un niño educado que, a su vez, sabe aceptar las limitaciones del padre dialogante.
Pero incluso sin tener que lidiar con grandes crisis es posible lograr que nuestro niño-adulto-padre armonicen y para ello sólo necesitamos voluntad. Aprender a identificar las partes de nuestro yo y a responder de acuerdo a la situación, dejar salir al padre, el niño o el adulto de acuerdo a las circunstancias. No dejar que el padre nos haga impositivos, que el niño nos haga caprichosos o que el adulto nos haga funcionar casi mecánicamente siguiendo sólo criterios lógicos. Sino hallar el balance entre las diversas partes de nosotros mismos y permitir que el diálogo en nuestra mente fluya para tomar una mejor decisión que sea satisfactoria para las tres partes del yo.
Escrito por: Elena Pedrozo
Fuente:
Tú y yo somos seis
Antoni Bolinches
Ed. Grijalbo