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Lo más duro fue reconciliarme con mi familia y con la vida: Regina Kuri

regina kuriConoce el testimonio de una joven, ejemplo de lucha contra las adicciones.

Actualmente es columnista del periódico El Universal, conferencista y autora del libro "Girando en un tacón" de editorial Diana.

M

e llamo Regina, me encanta la música, leer novelas, correr en las mañanas y ver a los perritos en la calle. Podría vivir dentro de un cine y amo que una actuación me conmueva tanto que me haga llorar. Lo que más me gusta es soñar de preferencia dormida, aunque lo hago más despierta por el mal dormir. Tengo arduos estudios prácticos y teóricos en adicciones. He vivido todo lo que he querido, por supuesto con sus merecidas consecuencias buenas y malas.

Nací en la Ciudad de México el 28 de febrero de 1977, acompañada de mi hermano (cuate) Rodrigo. Mi origen se da en una familia acomodada, con educación bastante conservadora con muy poca comunicación entre nosotros, es decir, era como si no pasara nada sólo porque no se hablaban las cosas.

No comprendía por qué había nacido en esa familia, por qué iba a esa escuela, ni por qué me sentía absolutamente ajena a todo lo que me rodeaba que para todos era tan normal, en resumen yo me sentía como marciana. Consecuencia de esto tenía una pésima conducta en la escuela, una constante ansiedad, y un abrumador miedo a la vida, y más a decirlo.

Debido a la mala conducta y a mi poco interés por estudiar mis papás y yo siempre estábamos en conflicto, me la pasaba castigada todo el tiempo y cuando digo todo el tiempo es LITERAL. Por cierto mi hermano era (y es) perfecto, estudiaba, tenía buena conducta y además guapo. "¿Por qué no eres como tu hermano?" se leía en el pensamiento de todos.

A los 13 años probé el alcohol, y así inicié mi problema con esta sustancia, desde ese primer contacto me enganché emocionalmente al efecto. Sentí rico, que me podía abstraer del mundo, se me quitó el miedo y podía ser alguien más que no fuera yo misma. También había veces que me cortaba los brazos con tijeras o me quemaba con cigarros y encontraba en eso un parecido efecto que el del alcohol.

Terminé la secundaria como pude, los problemas con mis papás seguían y con mi consumo de alcohol se agravaban. De pronto, debido a la edad, a los cambios hormonales, una leve depresión y desde luego un olvido total de mi persona, de ser "flaca" subí de peso. Unos 10 o 15 kilos llegaban para hacerme la vida aún más difícil, lo cual me llevó a consumir anfetaminas y al mismo tiempo inhalables (aire comprimido).

Luchaba por mantenerme dentro de los cánones estéticos, pero a pesar de la droga no lograba bajar. El problema no era mi sobrepeso sino mi baja autoestima, mi inseguridad y el odio por mí misma.

Cada que despertaba en las mañanas era recriminarme por seguir con vida. Me quería morir pero no sabía cómo..

Más adelante probé la marihuana y la combinaba con alcohol, anfetaminas, altas cantidades de cafeína y pastillas para dormir que conseguía en el aparador de cualquier farmacia. Mis papás sólo sabían que consumía alcohol, no estaban enterados del viaje que había emprendido desde tiempo atrás, perdiéndome en un mundo de fantasía y desorden.

Terminé la preparatoria, y al fin pude entrar en la escuela de actuación lo que siempre quise hacer pero no me daban permiso, porque las actrices no valen nada (según me decían). Seguía gorda, pero ahora me sentía renovada, que mi vida cambiaría y que por fin iba a ser feliz.

De pronto se me apareció la cocaína, me la ofrecieron como si nada antes de iniciar un partido de squash y sin ningún sentido de riesgo la probé y me fascinó. Empecé a bajar de peso, ahora sí había encontrado lo que estaba buscando. Me provoqué una anorexia, y cuando tomé consciencia ya llevaba tres años consumiendo cocaína casi todos los días, con alcohol, marihuana y pastillas, pesaba 49 kilos y seguía sin aprobarme a mí misma.

Mi familia no se daba cuenta de todo esto, ya no tenía problemas con ellos por mi manera de beber porque con la cocaína podía contrarrestar esos efectos, y aunque yo muchas veces me quería morir siempre trataba de actuar como si no pasara nada, hundida en un laberinto de mentiras y manipulaciones pero sobre todo en un hermetismo total. Terminé la escuela de actuación, estudiaba también la carrera de Historia del arte, misma que dejé debido a mi necesidad de trabajar para poder solventar mí adicción, no había cartera ni sueldo que me aguantara, así que empecé a revender droga para poder sacar mi consumo.

Los lugares a los que llegaba a comprar droga eran en los más bajos barrios de la ciudad, pero no me importaba. Perdí completo interés por mi carrera de actriz a pesar de que sí me llegaban las oportunidades para hacerlo en grande y eso me provocaba una culpa espantosa, misma que tapaba con más droga desde luego.

A los 24 años me salí de casa de mis papás, eso detuvo un poco mi consumo de cocaína, no así de las demás sustancias, por el contrario se acrecentó mi consumo de anfetaminas para no subir de peso por la falta de lo otro, y además eran más baratas.

Asimismo, probé el éxtasis y al poco tiempo regresé al consumo de cocaína, todo el tiempo me vendía la idea de que lo podía controlar, pero la realidad era otra, estaba atada de pies y manos a las drogas y sin DECIR NADA.

Poco a poco fui perdiendo la capacidad para pensar, para hilar una idea con otra y ya era demasiado evidente, estaba casi tocando la puerta de la locura. Mientras mi vida se desmoronaba, había perdido mi negocio, no tenía estudios reales y sí muchas deudas que sólo se acumulaban día a día, sobre todo me había perdido por completo a mí.

Mi hermano se dio cuenta, comenzó a preguntar a mis conocidos y amigos que si no me veían rara, "ida", les platicó a mis papás, ellos decidieron buscar una solución y un buen día en su casa me enfrentaron y no me quedó más remedio que aceptar la ayuda. Me internaron en una clínica para drogadictos que se llama Monte Fénix, y yo no lo podía creer.

Ahí me enteré que era (soy) una enferma adicta y que así tendría que vivir para siempre, es decir, incurable y progresiva. Me dieron las herramientas para aprender a vivir sin tener que depender de hacerme daño, drogarme etc… El trabajo duro iniciaba, la rehabilitación fue muy dura, nunca tomé en cuenta el gran daño que me hacían las drogas hasta que las dejé de consumir, mi cuerpo se vio muy afectado así como mi mente.

Me costó mucho trabajo recuperar la memoria, todo lo tenía que escribir en una libreta para recordarlo, pero lo más duro fue recuperarme emocionalmente, reconciliarme con mi familia y con la vida.

Regina Kuri

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